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Por: Diego Rojas
Caracas, 16 de junio de 2025
El presente artículo obtuvo el premio al Segundo Lugar en el Concurso de Redacción de Artículos Económicos CRAE 2025.
La gentrificación suele asociarse al alza de precios en barrios anteriormente asequibles, provocando que habitantes de bajos ingresos se vean forzados a marcharse (Buntin, 2015). Sin embargo, casos como Edgehill y La Ronda evidencian que los intentos de “proteger” una zona bloqueando nuevas construcciones pueden, en realidad, intensificar la presión sobre los precios (Martin, 2024; Durán, 2015). Edgehill redujo en un 80% su población afrodescendiente mientras imposibilitaba la reurbanización; La Ronda, tras intervención estatal, terminó casi deshabitada. En ambos contextos, se culpó a la gentrificación, pero el verdadero factor fue la insuficiente oferta de vivienda ante una demanda al alza.
Al definir gentrificación, la RAE (s.f.) se refiere a la “renovación de una zona urbana… que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo”. Sin embargo, hablar de “lucha de clases” (Mueller, 2014) o de un “robo” por parte del capitalismo (Sutton, 2015) simplifica un fenómeno con múltiples causantes. De hecho, Rojo (2016) apunta que en América Latina la intervención estatal indirecta y el mercado inmobiliario juegan papeles distintos a los de las ciudades anglosajonas. Edgehill o La Ronda, por ejemplo, exhiben una participación estatal que, a veces, acelera el desplazamiento (Davidson & Lees, 2005; Durán, 2015).
Por un lado, la “gentrificación estadal” se origina cuando gobiernos promueven proyectos que encarecen zonas populares (Calandrillo & Dunn, 2024). Por otro, la “gentrificación natural” es fruto de la entrada de capitales privados y la renovación de barrios sin incentivos estatales (Smith & LeFaivre, 1984). En realidad, la raíz del desplazamiento no necesariamente es la inversión, sino la rigidez en la oferta de vivienda. Cuando la construcción queda restringida —por zonificación unifamiliar u otras trabas—, la llegada de capital eleva costes y expulsa a los más vulnerables (Gray, 2023).
Muchos interpretan que el alza de precios prueba la supuesta “culpa del capitalismo” (Streeter Sweeper, 2023). Sin embargo, autores como Kennedy y Leonard (2001) señalan que la gentrificación es un concepto cargado de política, más útil para debates ideológicos que para soluciones concretas de vivienda. El caso Edgehill: su afán por “frenar” la gentrificación obstaculizando edificios multifamiliares disparó precios en el mercado existente (Martin, 2024). La misma paradoja acontece en Haight-Ashbury (San Francisco), donde el “downzoning” redujo las construcciones y elevó la demanda insatisfecha (Buntin, 2015). De allí, menos oferta equivale a más encarecimiento.
Las regulaciones estatales suelen agravar el problema. El control de rentas, por ejemplo, puede ofrecer un alivio temporal a ciertos inquilinos, pero reduce la rentabilidad de construir nuevas unidades (Atkinson, 2003) y desincentiva el mantenimiento. En Estocolmo se forman listas de espera de décadas y surgen mercados ilegales de arrendamiento (Gray, 2023). Así, el desplazamiento no se resuelve: simplemente se desplaza en el tiempo. Por otra parte, la prohibición de densificar impide que el parque inmobiliario se ajuste a la demanda y que surjan viviendas accesibles por “filtering” —donde la construcción de inmuebles más caros libera unidades más antiguas (Fong & Ling, 2015).
Detroit ilustra otro extremo: la pobreza y la desinversión pueden originar un éxodo mayor que cualquier supuesto “embellecimiento urbano” (Lewyn, 2018). Cuando se esfuman empleos e inversión, las condiciones de vida se deterioran y obligan a marcharse a quienes no hallan servicios ni seguridad (Perry & Stephens, 2024). Se trata de una “gentrificación inversa”: la gente huye, no porque los precios suban, sino porque el barrio colapsa fiscal y socialmente (McMaken, 2017). Esto muestra que la “ausencia” de inversión también desplaza.
La experiencia de Helsinki demuestra que ampliar la oferta habitacional atenúa la presión de precios. Se fomentaron construcciones en zonas costeras e industriales para diversas rentas, evitando alzas bruscas en los barrios tradicionales (Rojo, 2016; Sutton, 2015). El filtering funciona cuando la normativa local no impide a los promotores satisfacer la demanda (Dragan et al., 2019). Allí, la inversión no expulsa a los residentes originales precisamente porque hay disponibilidad de inmuebles para distintos bolsillos (Gray, 2023).
En América Latina, la discrecionalidad municipal y el bajo ritmo de densificación en ciudades como Caracas contribuyen a encarecer el suelo (Herrera-Napoleón, 2018; Ochoa, 2023). Así, el desplazamiento no es consecuencia directa de la inversión, sino de la oferta limitada frente a una demanda que inevitablemente pujará al alza (Streeter Sweeper, 2023). De igual forma, la falta de seguridad jurídica y el exceso de trámites frenan la adaptación del mercado, concentrando beneficios en pocos proyectos y elevando aún más los precios (Anxo Bastos, 2021).
En síntesis, la gentrificación no es un fenómeno unívoco ni siempre inducido por el capitalismo. Más bien, su variable determinante suele ser la combinación de alta demanda con barreras normativas que impiden construir la oferta necesaria (Gray, 2023). Así, Edgehill y La Ronda enseñan que tratar de “proteger” un barrio a toda costa, sin expandir la capacidad de albergar la nueva demanda, termina por disparar costos y forzar la salida de sus vecinos (Durán, 2015; Martin, 2024). El desplazamiento responde a la escasez provocada, no a la mera llegada de inversión.
Combatir esta falacia conlleva liberalizar la oferta de vivienda, permitir proyectos de densidad diversa y dotar a la comunidad de incentivos —vía cooperativas, Community Land Trusts o propiedad directa— para que se beneficie de las plusvalías (Fernández, 2024; Sutton, 2015). Cuando la construcción fluye y el filtering actúa, los nuevos habitantes no desplazan a los antiguos: ambos pueden convivir mientras se satisfacen distintas gamas de mercado (Fong & Ling, 2015). Así, el verdadero enemigo no es el capitalismo, sino la rigidez regulatoria que hace del crecimiento un privilegio de pocos y condena al resto a migrar o empobrecerse.

Sobre el Autor
Diego Rojas, ganador del segundo lugar en el Concurso de Redacción de Artículos Económicos CRAE 2025, es estudiante de 2do semestre Economía en la Universidad de Carabobo, aspira llevar su experiencia en ventas y gestión de negocios al mundo de la comunicación económica.
Instagram: @diegoalerojasc
Referencias bibliográficas
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