Imagen: Diálogo Político
Por: Jesús Martínez
Caracas, 26 de mayo de 2025
El federalismo es uno de esos ideales políticos a los que, así como la democracia, nuestro país siempre ha aspirado, pero nunca ha podido alcanzar de forma plena. De hecho, Venezuela sufrió muchas calamidades por esta razón. Entre estas una cruenta guerra civil entre conservadores y liberales (1859-1863) que ocasionó cuantiosas pérdidas humanas y arruinó al país. Se pensaba que con un régimen federalista, que permitiera que las regiones se gobernaran con un margen de autonomía (limitando así el dominio centralista sobre las regiones) se facilitaría la búsqueda de una mayor nivelación social. Sin embargo, el triunfo de la Federación, si bien tuvo implicaciones de relevancia a nivel social, no logró modificar realmente las estructuras político-económicas basadas en la concentración creciente del poder.
El Federalismo en Venezuela
El federalismo, entendido como una forma de Estado, ha sido parte de nuestra tradición constitucional desde aquel momento. Es así como nuestra actual Carta Magna establece que Venezuela se conforma como un “Estado Federal descentralizado”. Cabe resaltar que este “federalismo” no surgió, como es usual, producto de que varias entidades políticas independientes decidieron unirse cediendo parte de su autonomía (tal como sucedió por ejemplo en los Estados Unidos), porque los territorios de nuestro país no poseían una identidad y autonomía propia previo a la conformación de lo que hoy llamamos Venezuela.
Mediante este mecanismo, realmente lo que se buscaba era responder a una ingente necesidad de mejorar la eficiencia de la administración pública en un territorio tan amplio. Sin embargo, en la práctica, los estados nunca poseyeron efectiva independencia frente al poder central con sede en Caracas. Esto ha sucedido porque, por su misma naturaleza de método de distribución del poder, ha entrado en permanente conflicto con la concepción predominante del ejercicio autocrático del poder.
La construcción de un Estado Federal
Justamente, una de las complejidades más importantes para el establecimiento del sistema federal venezolano ha sido la falta de equilibrio de poder entre el gobierno central y el de los estados. En nuestro caso, el gobierno federal ha concentrado el poder de modo tal que la igualdad que debería existir entre ambos niveles de gobierno como entes en ejercicio del poder público simplemente no ha existido. El mero hecho de que no fuera sino hasta 1990 que se hicieran las primeras elecciones de alcaldes y gobernadores nos da una idea de este desequilibrio. De esta manera, lo que ha prevalecido es una clara relación de jerarquía entre el gobierno ubicado en Caracas, seguido de algunos centros productivos ubicados en el llamado arco costero-montañoso, que comprende los estados andinos y los estados costeros del norte de Venezuela, mientras que al final encontramos al resto de regiones empobrecidas y subdesarrolladas del país.
Este desequilibrio en el manejo del poder dentro del Estado tiene una de sus principales aristas en la misma configuración económico-espacial del país. Si bien se deben resaltar algunos esfuerzos por redistribuir la población hacia diferentes puntos del territorio, entre estos se puede mencionar Puerto Ordaz o El Tigre y ciudades industriales surgidas del auge petrolero como Cabimas, no se puede obviar el hecho de que por más de cuatrocientos años el patrón de ocupación territorial provocó una concentración demográfica a lo largo del eje “Centro Norte Costero” (La Guaira – Caracas – La Victoria – Maracay – Valencia – Puerto Cabello), especialmente dentro del área metropolitana de Caracas. Esto ha generado que tanto población como centros político-económicos se hayan aglomerado a lo largo de esta zona, mientras que otras regiones del país se hayan mantenido, en efecto, estancadas.
Una relación desigual
Es importante resaltar que el federalismo hace referencia a una organización político-administrativa en la que existen varios centros decisorios políticos. El mismo parte de necesidades reales de la estructura de gobierno. El problema es que cuando esta organización no responde a criterios de significación económica se tienen centros cuya importancia relativa en la toma de decisiones inevitablemente se reduce. Lo anterior, no significa en absoluto que las regiones no sean importantes desde el punto de vista económico; porque es en este espacio donde se desarrollan gran parte de las actividades económicas estratégicas del país (agricultura, ganadería, minería, turismo, etc.). Aquí lo que entra en juego es otra complejidad en la relación de los estados con respecto al gobierno federal que es el divorcio entre la producción y los centros de toma de decisiones. De esta manera, aunque los sitios de producción estén ubicados en diversas zonas del país, la porción más considerable de la renta se termina transfiriendo a las sedes administrativas de la nación, particularmente la capital de la República.
Si bien esta relación desfavorable para los estados se mantenía desde la época agrícola, el petróleo trajo consigo una creciente dependencia del Estado. Es el Estado venezolano, en la sede del gobierno central, el ente que recibe la renta petrolera y es desde esta instancia donde se decide la distribución espacial del gasto público concedido por vía de la política fiscal. Dado que dicha distribución tiende a favorecer intereses de poder político, esta no ha sido realmente equitativa, sino que la mayor parte se queda en las principales ciudades del país mientras que las necesidades económicas y sociales de estados y municipios, alejados de estos centros de poder, prácticamente no son tomadas en cuenta.
Esta distribución desigual de la renta solo ha consolidado y ampliado el poder económico de ciertas zonas del país, conllevando a la fragmentación espacial y a una excesiva dependencia del poder central, cuando debió ser aprovechado para la ampliación del dominio sobre el territorio, generando desarrollo en las regiones desasistidas.
Desde esta perspectiva, lo que se ha vivido en el país es un proceso económico extractivo realmente negativo en el que las regiones han sido despojadas de sus recursos y riquezas en beneficio de los centros hegemónicos. En la medida que la inversión se ha desvinculado del espacio donde se genera la riqueza, al mismo tiempo, se ha producido un fenómeno de concentración del poder y de toma de las decisiones fundamentales que afectan la vida venezolana, a nivel de un reducido grupo de intereses radicados en Caracas y zonas aledañas. Daron Acemoglu, premio Nobel de Economía 2024, califica este tipo de instituciones económicas como extractivas porque están diseñadas para extraer el ingreso y bienestar de un grupo de la sociedad para beneficiar a otro.
¿Es posible alcanzar un verdadero Estado Federal?
Para consolidar un verdadero Estado Federal es imperativo reducir el poderío del gobierno nacional y aumentar la autonomía de los estados. Una coherente distribución territorial del poder público implicaría la reestructuración, en forma descentralizada, de las entidades políticas, las cuales por esencia deberían gozar de mayor libertad en todos los aspectos, tanto en el organizativo, como administrativo, jurídico, así como tributario. Esto parte desde la Constitución, estableciendo un campo de acción del poder nacional más reducido y dejando los poderes remanentes a los estados. Las falencias dentro de la constitución venezolana residen en el hecho de que algunos poderes se encuentran completamente desbalanceados unos de otros. Tenemos algunos poderes con muchas atribuciones mientras otros poseen un rango de actuación mucho más pequeño.
Por otro lado, es importante el tema de la representatividad. Una Asamblea unicameral, por ejemplo, no coloca en condiciones de igualdad a los estados del país. La Constitución de 1999 proscribió la bicameralidad, la cual permite que la población del país se encuentre suficientemente representada y que los estados tengan una equilibrada participación en la toma de decisiones.
Trabajar bajo principios de coordinación y unión para alcanzar los fines del Estado es una de las principales motivaciones del federalismo. Esto es especialmente necesario en este panorama tan complejo que vive el país. Es menester una verdadera descentralización que permita que cada estado aproveche sus potencialidades y genere prosperidad sin esperar indicaciones del poder central.
Claramente, dado que Venezuela es un país petrolero, es importante que se realice a su vez una repartición adecuada del ingreso petrolero de todos los venezolanos por parte del Estado, pero más importante aún, es que dicha distribución esté más enfocada en crear polos de desarrollo entre cada uno de los núcleos de la nación, lo cual será indispensable para evitar una desigual relación entre los habitantes, así como el empeoramiento de las diferencias regionales existentes.
Esto es especialmente visible hoy cuando las regiones sufren de importantes desigualdades, padeciendo escasez de agua, combustible y alimentos, así como de constantes racionamientos de electricidad, ya que los recursos son dirigidos en su mayoría hacia la capital, la cual se mantiene relativamente bien abastecida, pero a un costo alto para el resto, contribuyendo así, una vez más, a la dominación económica a la que se ha hecho referencia. Por estas razones, sin lugar a dudas, la desconcentración de poder político-económico debe ser parte del debate urgente en nuestro país.

