Imagen: Al Islam
Por: María Eugenia García
Caracas, 10 de marzo de 2025
El Ramadán, el noveno mes del calendario islámico, es un período de ayuno, reflexión y oración para los musulmanes de todo el mundo. Para los musulmanes. Su dios es Allah, su profeta Mahoma y su libro sagrado es el Corán. En el 2020 se contabilizaron 1.907 millones de musulmanes en el mundo (un 23% de la población total) y se estiman unos 2.761 fieles para el 2050.
Además de su significado religioso, el Ramadán puede tener un impacto significativo en la economía. Durante este mes, los patrones de consumo, la demanda de ciertos productos y servicios, y la actividad económica en general pueden experimentar cambios notables. Sin embargo, a pesar de los numerosos beneficios, la productividad laboral puede también disminuir debido a los cambios en los horarios de trabajo y los hábitos de sueño. Además, estudios que han analizado el impacto en los mercados financieros, indican que que el Ramadán puede estar asociado con una mayor volatilidad en los precios de las acciones y un aumento en la actividad comercial. Esto sugiere un debate y opiniones encontradas.
Acerca del Ramadán
El Ramadán es el mes más sagrado de la cultura islámica. El nombre de Ramadán procede de la raíz árabe «ar-ramad», que significa calor abrasador. El Ramadán se celebra en muchos países de mayoría musulmana, como Arabia Saudita, Egipto, Malasia, Marruecos, Túnez, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Jordania, Maldivas, Turquía, entre otros.
Los musulmanes creen que en el año 610 d.C., el ángel Gabriel se apareció al profeta Mahoma y le reveló el Corán, el libro sagrado islámico. Se cree que esa revelación, Laylat Al Qadar (o la «Noche del Poder») ocurrió durante el Ramadán. Los musulmanes ayunan durante ese mes para conmemorar la revelación del Corán. Durante el Ramadán, los musulmanes se proponen crecer espiritualmente y establecer relaciones más sólidas con Alá. Lo hacen rezando y recitando el Corán, haciendo que sus acciones sean intencionadas y desinteresadas, y absteniéndose de «chismear», mentir y pelear. Durante todo el mes, el ayuno entre la salida y la puesta del sol es obligatorio para todos los musulmanes, salvo algunas excepciones. A través de esta práctica durante un mes, Allah provee bendiciones y misericordia.
Tras el último día del Ramadán, los musulmanes celebran su final con el Eid al-Fitr (la «fiesta de la ruptura del ayuno»), que comienza con oraciones comunitarias al amanecer. Durante estos tres días de fiesta, los participantes se reúnen para rezar, comer, intercambiar regalos y presentar sus respetos a los familiares fallecidos. En algunas ciudades también se celebran carnavales y grandes reuniones de oración.
Impacto en las variables económicas
Los efectos del Ramadán sobre las empresas de los países de mayoría musulmana, así como de los países con minorías musulmanas significativas, como Tanzania, Etiopía y la India, pueden ser significativos y, por lo tanto, es importante que los inversores en esos mercados los comprendan. Pero su impacto no es tan fácil de predecir como el de la Navidad, el festival hindú de Diwali o el Año Nuevo chino, porque la celebración, que dura un mes, no está vinculada a la misma estación cada año.
El calendario islámico, que determina las fechas del Ramadán, se basa en el ciclo lunar, pero a diferencia de otros calendarios basados en la luna, no utiliza períodos bisiestos correctivos para mantener las fechas en línea con las estaciones a lo largo del tiempo. Como resultado, el Ramadán, junto con todas las demás festividades del calendario islámico, se adelanta entre 10 y 12 días en relación con el calendario gregoriano cada año, y tarda unos 32 años en completarse.
Fuente: Harding Loevner (2013)
Los distintos niveles de estricto cumplimiento y el grado de aplicación por parte de los gobiernos de los distintos países son otras variables que los inversores deben tener en cuenta. Se cree que la observancia supera el 90% entre los musulmanes de los países del Golfo, como los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Arabia Saudita, donde los gobiernos exigen a las empresas que respeten las costumbres religiosas. La participación es menor en Líbano y Turquía, donde hay menos restricciones comerciales relacionadas con el Ramadán. También hay que tener en cuenta las diferentes proporciones de residentes no musulmanes. El Líbano, por ejemplo, cuenta con una población cristiana en torno al 40% y, aunque todos los ciudadanos de los Emiratos Árabes Unidos son musulmanes, la gran mayoría de los residentes del país son trabajadores extranjeros, muchos de los cuales son hindúes o cristianos.
Desde una perspectiva microeconómica, tiene sentido que los hábitos de consumo difieran durante el Ramadán, con más tiempo dedicado a la espiritualidad y menos tiempo a la compra de bienes y servicios. Como resultado, la forma en que los indicadores económicos responden cuando una economía entera está pasando por el Ramadán puede diferir con el resto del año, ya que los hogares ajustarán sus hábitos de consumo para adaptarse a las demandas del ayuno desde el amanecer hasta el anochecer.
Más pobres, pero más felices
El estudio de Campante y Yanagizawa-Drott (2013) es el más destacable a la hora de abordar el impacto del Ramadán en el crecimiento económico. Los resultados de su estudio indican que el ayuno más prolongado del Ramadán tiene un efecto negativo sólido, estadísticamente significativo y cuantitativamente importante sobre el crecimiento económico en los países musulmanes. Esto está muy en línea con los patrones de correlación encontrados previamente en la literatura que ha analizado los vínculos entre las prácticas religiosas y el crecimiento económico.
No obstante, también encontraron un resultado muy peculiar: el ayuno más prolongado del Ramadán tiene un efecto positivo sólido, estadísticamente significativo y cuantitativamente importante sobre el bienestar subjetivo de los individuos musulmanes. Esto parece coherente con la literatura existente sobre religión y felicidad, pero de hecho está en conflicto con el resultado anterior sobre el crecimiento, pues la evidencia indica que los musulmanes son más felices a pesar de ser más pobres. Cualquier efecto negativo de un menor crecimiento del PIB y de los niveles de vida materiales sobre el bienestar subjetivo se ve, por lo tanto, superado por los beneficios no pecuniarios de una práctica religiosa prescrita más prolongada o más intensa.
Lo anterior sería el resultado de que los efectos directos del Ramadán sobre el crecimiento económico podrían provenir de su impacto en las decisiones de oferta laboral y/o de su impacto en la productividad. Estos diferentes canales tienen diferentes implicaciones para los mercados laborales, los resultados indican que las decisiones de oferta laboral son el factor más importante en la práctica, pues el Ramadán afecta negativamente al crecimiento del empleo en el sector manufacturero, pero tiene un impacto positivo en el crecimiento salarial, en consonancia con un shock en la oferta laboral. La evidencia de la encuesta muestra entonces que los trabajadores parecen pasar del empleo formal (en su mayoría a tiempo parcial) al trabajo por cuenta propia, muy probablemente en el sector informal.
La evidencia sugiere entonces que, en lugar de un efecto directo sobre la productividad debido al ayuno, lo que tiene más peso son los cambios en las decisiones de oferta laboral y la elección ocupacional, hacia un sector de menor productividad. Las pérdidas de productividad más importantes son consecuencia indirecta del ayuno del Ramadán, a través de cambios en las decisiones individuales. La investigación de Campante y Yanagizawa-Drott (2013) plantea la pregunta de qué hay detrás de estos cambios. El Ramadán ciertamente exige tiempo e involucramiento que compiten con las actividades laborales, y sus resultados centrales rechazan la hipótesis de que la intensidad de esas demandas se compensa durante el resto del año. Aun así, los resultados apuntan a cambios más profundos y duraderos.
En primer lugar, no sólo no parecen impulsados por pérdidas de productividad directas debido al ayuno, sino que también las magnitudes involucradas sugieren que el efecto no se limita a las horas de trabajo perdidas durante el mes en sí: cuando se trata de producción, empleo o salarios, los efectos en los datos anuales parecen demasiado grandes para atribuirse a una desaceleración de un mes. Esto sugiere que la intensidad del ayuno del Ramadán implica efectos más duraderos que se extienden más allá del mes de la celebración.
Además, también hay evidencia causal de que el Ramadán influye en lo que los musulmanes consideran importante en la vida: informan que les importa relativamente menos el trabajo y las recompensas materiales, en comparación con la religión o, más prosaicamente, cosas como la flexibilidad laboral. Esto sugiere que los cambios en las decisiones de oferta laboral están asociados al menos en parte con cambios relativamente persistentes en las preferencias y valores. Esta evidencia también ayuda a mitigar el aparente contraste entre el costo material de la práctica y el aumento de la felicidad y la satisfacción con la vida autodeclaradas que resultan de ella. Sugiere que el bienestar subjetivo aumentó no solo debido a los posibles beneficios directos de las prácticas en sí (socialización, tiempo dedicado a la oración y la reflexión, tiempo pasado con la familia y los amigos), sino también a un enfoque reducido en los aspectos materiales y monetarios de la vida y el trabajo. A la luz de tal posibilidad, puede que no sea tan extraño que un ayuno más prolongado durante el Ramadán haga a las personas “más pobres, pero más felices”. Esto nos lleva al siguiente punto.
El PIB no lo es todo
Si bien los resultados de la investigación de Campante y Yanagizawa-Drott (2013) concluyen en evidencia causal de un efecto negativo del ayuno de Ramadán en el crecimiento económico en los países musulmanes, también han establecido que esto va acompañado de un aumento en los niveles de felicidad y satisfacción con la vida auto-reportados entre los musulmanes. En tal sentido, esta investigación aporta nuevas perspectivas para el debate en curso sobre cómo evaluar los efectos de las intervenciones políticas sobre el bienestar. Los resultados identifican circunstancias en las que el crecimiento del PIB y el bienestar subjetivo se ven impulsados en direcciones diferentes y, al hacerlo, fundamentan los llamamientos a considerar las medidas del bienestar subjetivo como indicadores importantes, además de las medidas estándar como el PIB (Stiglitz, Sen y Fitoussi 2009).
Las políticas podrían no querer utilizar la productividad económica como única medida del éxito. El PIB no lo es todo, pues si bien es una medida ampliamente utilizada para cuantificar la actividad económica de un país, se ha reconocido que tiene limitaciones como indicador del bienestar económico de una sociedad. En este sentido, el bienestar económico se considera una medida más precisa para evaluar la economía por varias razones: El PIB se centra en la producción de bienes y servicios dentro de un país, pero no considera otros aspectos importantes del bienestar económico, como la distribución de la riqueza, la calidad de vida, la salud, la educación y el medio ambiente.
Adicionalmente, el PIB no tiene en cuenta el agotamiento de los recursos naturales ni los impactos negativos de la producción en el medio ambiente. Un aumento en el PIB puede lograrse a expensas de la degradación ambiental, lo que no es sostenible a largo plazo. También se ha identificado que el PIB no incluye actividades económicas que no se registran formalmente, como el trabajo doméstico no remunerado, el trabajo informal o las economías bajo la sombra. Estas actividades pueden ser significativas en algunos países y no se reflejan en el PIB, lo que puede subestimar el verdadero nivel de bienestar económico.
Otro aspecto relevante y que este trabajo ha dejado en evidencia en la práctica es que el PIB no captura la satisfacción de las personas con sus vidas, sus niveles de estrés o su bienestar emocional. Estos aspectos son fundamentales para el bienestar económico de una sociedad, pero no se reflejan en el PIB. En contraste, el bienestar económico busca medir de manera más integral el progreso de una sociedad, considerando no solo la producción económica, sino también otros factores que contribuyen al bienestar de las personas. Algunas medidas de bienestar económico sugeridas pueden ser el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que considera la esperanza de vida, la educación y el ingreso per cápita, el Índice de Progreso Social (IPS), que evalúa las necesidades básicas humanas, los fundamentos del bienestar y las oportunidades o el Índice de Felicidad Mundial que mide la felicidad subjetiva de las personas en diferentes países.
Si bien estas medidas no son perfectas, ofrecen una visión más completa del bienestar económico de una sociedad en comparación con el PIB. Al considerar una variedad de factores más allá de la producción económica, estas medidas pueden ayudar a los responsables políticos a tomar decisiones más informadas que promuevan un mayor bienestar para todos los ciudadanos. Este punto es importante ya que permite reflexionar acerca de las métricas económicas que proveen el resultado y bienestar de una economía y sugiere que es necesario “humanizar” más este tipo de conclusiones, porque la economía asume que el individuo es racional, pero en la práctica, esta premisa no es cierta y no se cumple, pues el individuo puede ser más emocional que racional. Este apartado sirve como introducción para el siguiente punto.
Costo de oportunidad
Un aspecto importante de evaluar en la economía, aunque difícil de medir, es el costo de oportunidad, entendido como el costo de renunciar a otra alternativa. El Islam es una religión exigente, que demanda de una considerable cantidad de tiempo y esfuerzo por parte de los creyentes para cumplir con los deberes de culto. Los deberes básicos se conocen como los “cinco pilares del Islam”, de los cuales el más gravoso es el cuarto pilar, la orden de ayunar durante las horas diurnas (por lo que no se permite comer, beber, fumar ni tener relaciones sexuales) durante el mes lunar de Ramadán , es decir, 29 o 30 días. Se trata de una exigencia necesariamente debilitante, cuyas repercusiones sanitarias y económicas pueden ser significativas (los niños, los enfermos y los ancianos están exentos).
Cada vez hay más pruebas que demuestran que el ayuno durante el mes de Ramadán tiene efectos negativos sobre la salud, lo que a su vez puede tener un impacto negativo sobre la productividad y el rendimiento económico. Naturalmente, cuanto más largo sea el período de ayuno, mayor será el efecto, sobre todo cuando el Ramadán cae durante los meses de verano en los países del norte de Europa. Incluso la práctica de ayuno ha derivado en problemas de salud a largo plazo. En el caso de las mujeres que optan por ayunar durante el embarazo, este ayuno puede tener efectos negativos considerables en la salud de sus hijos, independientemente de la etapa del embarazo en la que se celebra el Ramadán.
La exposición al ayuno antes del nacimiento se asocia con un peor estado de salud general. También aumenta las probabilidades de que una persona desarrolle síntomas que son indicativos de problemas de salud graves, como enfermedad coronaria y diabetes tipo 2 y, entre las personas mayores que estuvieron expuestas durante ciertas etapas de la gestación, puede provocar anemia. Los investigadores de salud ocupacional han destacado varias consecuencias adversas para la salud derivadas de la deshidratación grave, incluidos dolores de cabeza, mareos y náuseas (Van Ewijk, 2011).
A pesar de esta realidad, a veces se sostiene que, en lugar de tener un efecto nocivo, el Ramadán en realidad aumenta el bienestar subjetivo entre los musulmanes. Pero el uso del bienestar subjetivo con respecto a doctrinas autoritarias, incluidas las religiones, debe tratarse con cautela, especialmente en regímenes autocráticos y teocráticos. Esto es especialmente cierto en los países de mayoría musulmana donde la apostasía y la blasfemia son simplemente intolerables.
En vista de ello, se exige la adhesión a los principios y rituales de la fe, y se mantiene la aprobación por la familia, la comunidad en general y de Alá. Hacer lo contrario aumenta el riesgo de traer vergüenza y deshonra a la familia y a la sociedad en general. Por lo tanto, cuando el individuo se enfrenta al dilema del cumplimiento de los deberes religiosos para mejorar el bienestar, están dispuestos a asumirlo completamente, incluso si el deber en cuestión (como el ayuno de un mes) es demostrablemente perjudicial para la salud de la persona.
En consecuencia, los supuestos efectos positivos del Ramadán sobre el bienestar subjetivo son un indicador erróneo del bienestar genuino. La ciencia médica ha dejado claro desde hace mucho tiempo que la ingesta regular de alimentos y bebidas es una condición sine qua non para la buena salud y el buen estado mental, sin embargo, tambien es importante considerar que un trabajador musulmán después del ayuno puede concentrarse más en tareas importantes y emerger como una mejor persona y un mejor empleado.
Inflación
Nasir (2023) realizó un modelo para entender el impacto de las festividades del Ramadán en la economía musulmana, específicamente en cuanto a inflación se refiere. Ahora que comienza el Ramadán y la población (salvo las excepciones) está ayunando, naturalmente el consumo comienza a disminuir, ya que la atención se centra más en la espiritualidad, lo que les deja menos tiempo para utilizar su poder adquisitivo.
Desde una perspectiva macroeconómica, el hecho de que toda la población empiece a descuidar su poder adquisitivo al ritmo actual revierte el incentivo que tenían las empresas para subir los precios. En cambio, las incentiva a mantener los precios al nivel actual o a empezar a bajarlos para seguir atrayendo clientes y evitar que sus ingresos se agoten. Como las empresas ya no tienen el incentivo de subir los precios, esto desincentiva a los trabajadores a exigir salarios más altos, lo que pone fin a la espiral de salarios y precios del mes anterior. Este comportamiento continúa durante un mes entero y la inflación comienza a bajar simplemente porque la población no está consumiendo al mismo ritmo, ni los trabajadores están exigiendo una prima sobre sus salarios para compensar la erosión de su poder adquisitivo causada por la alta inflación.
Una vez que el Ramadán empieza y la inflación baja día a día, más hogares recuperarán su poder adquisitivo después de haberlo visto erosionado. La inflación no disminuirá para siempre y eventualmente se estabilizará, brindando estabilidad tanto a las empresas como a los consumidores en el precio de los bienes y servicios. La espiral de salarios y precios que una vez amenazó con hacer implosionar la economía desaparece y los trabajadores están contentos con sus salarios, las empresas están felices con sus ingresos y los consumidores están contentos con el costo de vida posterior al Ramadán. Esto demuestra que el mes islámico del Ramadán tiene el potencial de impactar positivamente a la población desde una perspectiva económica y enfriar una economía sobrecalentada sin la necesidad de ninguna intervención gubernamental costosa (y potencialmente contraproducente).
Productividad económica
Este es uno de los puntos más interesantes de este análisis. Mientras que el individuo está dedicando su tiempo a sus deberes religiosos y a la espiritualidad, está dejando de dedicar sus horas-hombre a la producción de bienes y servicios. De acuerdo con Yousef (2024), el Ramadán es un ritual religioso que tiene un impacto social y económico significativo. Sigue un patrón diferente en cuanto a horarios de oficina y se caracteriza por una menor productividad y más reuniones sociales durante las comidas Iftar y Suhoor. La productividad se altera debido a la reducción de las horas de trabajo y a la incapacidad de concentrarse sin acceso a alimentos o bebidas hasta el atardecer y con menos horas de sueño. Como todas las festividades religiosas del mundo, como la Navidad, está muy comercializada, por lo que es una oportunidad de oro para comercializar los productos.
Hasan (2015) expone que, en el mundo musulmán, una palabra resume la realidad económica del Ramadán es “desaceleración”, lo que significa que se trabaja menos y más lentamente. Al-Jassem (2013) sugiere en su estudio que la productividad se reduce entre un 35% y un 50% como resultado de la reducción de las horas de trabajo y el cambio de estilo de vida durante el mes. De acuerdo con la investigación, en el Ramadán los empleados se vuelven menos eficientes e incluso tienden a volverse irascibles, y agregó que, en teoría, los empleados deberían trabajar más duro en Ramadán e intentar ser más productivos. Incluso, en la mayoría de las empresas, tanto en Arabia Saudí como en otros países árabes, las decisiones y reuniones importantes se posponen hasta que termina el Ramadán. Además, para el empleador también es una temporada difícil, pues están obligados a dar incentivos a los empleados para que puedan laborar, proporcionando un aumento salarial del 30 por ciento para animarlos a trabajar.
Campante y Yanagizawa-Drott (2013), demuestran en su investigación que el ayuno del Ramadán tiene un efecto negativo significativo sobre el crecimiento de la producción en los países musulmanes. Si asumimos que en un mes hay 21 días laborables, esto se traduce en una pérdida de 42 horas de trabajo. No hay indicios de que estas horas se recuperen durante el resto del año. Si, en promedio, se trabajan 1.700 horas al año, esta pérdida representa una reducción del 2,5% de la producción al año. Sobretodo porque esta reducción de horas de trabajo no se recompensa después.
La productividad disminuye no sólo por el esfuerzo físico que supone el ayuno, sino también por la alteración del flujo y la organización del trabajo. Es razonable suponer que la disminución de la productividad reduciría aún más la producción económica al menos un 3% cada año, lo que representa un importante impacto recesivo anual del Ramadán.
De acuerdo con el informe de Dinar Standard (2012), en promedio, Malasia ha reducido 1 hora de trabajo durante el Ramadán, Turquía no reduce, Egipto, Emiratos Arabes Unidos, Arabia Saudita, Oman, Bahrain, Kuwait y Pakistán reducen 2 horas al dia. Para estos países en donde la reducción del horario laboral es de 2 horas al día, la pérdida total se traduce en 40 horas, lo que equivale a una semana de productividad económica, esto supone una pérdida de 7,7% sobre el PIB mensual. En el caso de los países que reducen su horario laboral en una hora, la pérdida total se traduce en 20 horas, lo que equivale a una pérdida de 3,8% en el PIB mensual.
Ahora bien, como los musulmanes que observan el Ramadán deben ayunar desde el amanecer hasta el anochecer, esto significa que la duración del ayuno dependerá de la estación. Campante y Yanagizawa-Drott analizaron los cambios en la duración del ayuno en 167 países a lo largo de más de 60 años y midieron cómo aumenta y disminuye la productividad económica en esos países a lo largo del tiempo. Y descubrieron que los períodos más largos de ayuno estaban asociados con una caída de la productividad.
Por ejemplo, si el ayuno pasa de 12 horas diarias a 13 horas diarias, significa una caída del PIB de aproximadamente siete décimas del 1 por ciento, lo cual es bastante considerable. Y curiosamente, descubrieron que este efecto se da sólo en los países de mayoría musulmana, por lo que no están detectando ninguna variación estacional en la productividad económica. Esto deja en evidencia que predecir con exactitud en qué momento las economías islámicas pueden verse alteradas sería todo un reto, ya que esta festividad no es estacional.
Por otra parte, también es importante destacar el nivel de tolerancia social que se impone sobre el “deber ser” en la economía. Según el informe de Dinar Standard (2011) ha encontrado evidencia de la tolerancia por parte de los empleadores, ya que que los empleadores pueden hacer una gran diferencia en el grado de flexibilidad y comprensión que muestran hacia los empleados musulmanes, especialmente en países de mayoría no musulmana.
No obstante, la productividad es relativa. Aquí también se bifurca el concepto de lo económico vs lo humano, pues este mes es una oportunidad única para ser más productivo en todas las áreas de la vida, no solo en la económica, pero la económica es la única que suelen considerar los indicadores. El Ramadán es un campo de entrenamiento que nos ayuda a prepararnos para vivir la mejor versión de nosotros mismos espiritual, física y socialmente.
Patrones de consumo
Tal como en otras festividades, como la Navidad, los agentes económicos tienden a consumir más de ciertas cosas e incluso a comprar más de lo que realmente necesitan en Ramadán. Yousef (2024) expone que el Ramadán, paradójicamente, es sinónimo de comida. Los minoristas de alimentos se abastecen de productos al menos con un mes de antelación en previsión de un exceso de demanda. Los supermercados e hipermercados amplían el horario hasta la medianoche y suelen tener promociones y ofertas específicas para el Ramadán. No es casualidad que la publicidad sobre alimentos y bebidas sea masiva durante el mes de Ramadán. A pesar de que el Ramadán es un mes de ayuno, el consumo de alimentos durante el período del Iftar al Suhoor supera el patrón de consumo normal. No solo las facturas de alimentos aumentan entre un 50 y un 100% durante el Ramadán, sino que se informa de que el 83% de las familias cambian sus hábitos de consumo de alimentos durante el Ramadán. Se estima que el consumo de alimentos en Ramadán representa el 15% del gasto anual en alimentos.
Entre los productos más consumidos en Ramadán se encuentran los dátiles, las nueces y los frutos secos, así como los productos lácteos. El consumo de pan, pollo y frutos secos aumenta un 63%, un 66,5% y un 25% respectivamente durante el Ramadán en comparación con otros meses del año. El año pasado, Egipto consumió un total de 9 millones de frutos secos, lo que representa el 35% del comercio anual solo durante el mes sagrado. Los productos lácteos, como el yogur y el labna, se encuentran entre los productos más vendidos. Las empresas lácteas suelen estar preparadas para el Ramadán con diferentes ofertas y productos especiales solo para este mes. Los musulmanes comen productos lácteos después del Suhoor para una mejor digestión y para evitar sentir sed al día siguiente.
A pesar de que los empresarios que cooperan con Oriente Medio ven el Ramadán como un momento de cautela y menor productividad, también lo identifican como un momento de oportunidades, especialmente para los sectores relacionados con la alimentación, el comercio minorista y la hostelería. Como en todos los negocios, lo que importa es cómo se aprovecha la oportunidad. La demanda de distintos productos se dispara durante este período y las empresas aumentan su producción. Muchas personas destinan sus ahorros a cubrir los gastos adicionales.
En consecuencia, los depósitos bancarios disminuyen y el efectivo en los bolsillos de las personas aumenta (Uddin, 2023). En países como los Emiratos Árabes Unidos y Egipto, la mayoría de los restaurantes y cafeterías permanecen abiertos hasta la medianoche para el Suhoor. Tradicionalmente, la gente sale especialmente después del Iftar para socializar, comer fuera y disfrutar del Suhoor con amigos y familiares. Por ejemplo, en los Emiratos Árabes Unidos, se informó que el 46% prefiere celebrar el Iftar fuera al menos una vez a la semana, el 26% pide comida a domicilio, especialmente en la segunda mitad del mes sagrado, y el 78% planea celebrar el Suhoor en cafeterías.
La demanda de algunos productos, como garbanzos, azúcar, cebollas, aceite de soja, etc., se dispara. Además, la demanda de otros productos, como semai, pescado, carne y leche, también experimenta un repunte. Según la organización de propietarios de fábricas textiles que suministran ropa al mercado interno, el mercado de ropa en el país es de alrededor de 70.000 millones de rupias (aproximadamente 800.000 dólares americanos) y alrededor del 70% de la cantidad se vende durante el Eid-ul-Fitr. Además de la ropa, el negocio de zapatos, cosméticos, artículos de moda, vajillas, electrodomésticos, etc. también ve un impulso durante el Ramadán.
Es importante destacar que el consumo privado no lo es todo, pues una gran parte del dinero necesario para el funcionamiento de las instituciones religiosas del país se destina durante el mes de Ramadán. Estas actividades incluyen la promoción de la educación religiosa, la rehabilitación de huérfanos, el apoyo financiero a los eruditos religiosos y la venta de libros islámicos. El zakat es una limosna obligatoria en el Islam que consiste en donar un porcentaje de los bienes y riquezas a las personas más necesitadas de la comunidad. Es uno de los cinco pilares del Islam, junto con la shahada, la salat, el sawm y el al-hajj y, ante estas festividades. La caridad también aumenta considerablemente.
Este comportamiento del consumidor está respaldado por factores como el aumento del consumo, el zakat, la compra de ropa para el Eid y los descuentos. El Iftar también se utiliza para reunirse con familiares, amigos o socios comerciales, lo que genera mayores gastos. Al acercarse el Eid-al-Fitr, los musulmanes compran diversos artículos de primera necesidad. Por lo tanto, la circulación de dinero en el sector minorista y los mercados tradicionales aumenta. Las grandes ofertas y los descuentos durante el Ramadán son atractivos para los consumidores. No obstante, es lamentable y alarmante que la gente tienda a exagerar el consumo de alimentos durante el Ramadán. En este sentido, se informa de que en Egipto se desperdicia el 60% de los alimentos durante el Ramadán, lo que contradice totalmente la ética y la moral del Ramadán.
Industria, comercio y sectores económicos
Anugrah (2024) argumenta que durante el Ramadán, las pequeñas y medianas empresas (PYME), especialmente las industrias del hogar, tienden a aumentar. Durante el Ramadán, hay un aumento en el consumo de diversos productos y servicios, especialmente todo lo relacionado con el iftar y el Eid al-Fitr. Según datos del Banco de Indonesia (2024), el Índice de Confianza del Consumidor (IKK) 2020-2023 aumenta a medida que se acerca el Ramadán. Las PYME aprovechan el optimismo de los consumidores sobre las condiciones económicas para expandir sus negocios.
Cada momento del Ramadán, las pequeñas y medianas empresas (PYME), especialmente las industrias del hogar, aumentan en la sociedad. Durante el Ramadán, hay un aumento en el consumo de diversos productos y servicios, especialmente todo lo relacionado con el iftar y el Eid al-Fitr. Según datos del Banco de Indonesia citados por Anugrah (2024), el Índice de Confianza del Consumidor (IKK) 2020-2023 aumenta a medida que se acerca el Ramadán. Las PYME aprovechan el optimismo de los consumidores sobre las condiciones económicas para expandir sus negocios.
En el caso de Indonesia, las PYME y las industrias nacionales han desempeñado un papel importante en el fomento de la economía. La industria nacional desempeña un papel crucial, que incluye la creación de puestos de trabajo, el desarrollo de las aldeas, el aumento de la diversificación de las actividades económicas y la contribución al PIB. Durante el Ramadán, la producción en la industria doméstica no suele ser demasiado grande, por lo que se vende en el mismo día. Esta industria tampoco requiere un gran capital, por lo que no necesita la ayuda de instituciones financieras y puede auto sostenerse por sí misma. Además de alimentos y bebidas, las industrias domésticas también operan en el sector textil y de convección a pequeña escala. Aunque el resultado de la industria doméstica es relativamente pequeño, cuando se calcula en conjunto, contribuye significativamente al PIB e impacta en la economía.
Las industrias domésticas durante el Ramadán contribuyen en gran medida al crecimiento económico de Indonesia, ya que crean oportunidades económicas para las personas involucradas en la producción y venta de diversos productos y servicios, además de aumentar los ingresos generales de los hogares. Por otra parte, el aumento de la actividad económica durante el Ramadán puede tener un impacto positivo en otros sectores, como el transporte, la logística y los servicios financieros (Anugrah, 2024).
Harding Loevner (2013) expone un comportamiento estacional en la demanda de ciertos productos y que incluso atiende temas climáticos: El lento paso del Ramadán a lo largo del calendario conlleva una serie de ramificaciones para las empresas. Por un lado, cuando el Ramadán cae en verano, como sucedió en el hemisferio norte entre 2010 y 2016, las horas de ayuno son más calurosas y prolongadas. Quienes se abstienen de beber agua están más cansados y, por lo tanto, menos inclinados a comprar. Sin embargo, cuando el Ramadán cae en invierno, las horas de ayuno diurno son más cortas y las noches más frescas, factores que favorecen un mayor gasto. A medida que el Ramadán se vaya convirtiendo en primavera y luego en invierno durante los próximos 10 a 15 años, los impactos negativos del ayuno en algunos productos deberían ser menos pronunciados.
Productos que se venden más durante el Ramadán y en los meses más cálidos han disfrutado de veranos especialmente lucrativos en los últimos años debido a la superposición. Por ejemplo, Almarai, una empresa de productos lácteos de Arabia Saudita, produce bebidas que son a la vez refrescos populares de verano y una forma tradicional de romper el ayuno del Ramadán cada noche. Como resultado, Almarai ha disfrutado de altas ventas de sus bebidas en verano, ya que la gente ha recurrido a sus productos para aliviar el ayuno del día y el calor.
No obstante, el Ramadán puede tener un efecto especialmente perjudicial sobre las ventas cuando coincide con el período pico de un producto de temporada. Un ejemplo es la cervecera marroquí Brasseries du Maroc. Como las ventas de cerveza normalmente se disparan en los meses más cálidos, la superposición del Ramadán con el verano durante la mayor parte de la última década ha sido un obstáculo importante para la cervecera norteafricana. No solo se pierden ventas durante el día debido al cierre de bares y restaurantes, sino que el consumo nocturno también disminuye debido al fomento de la pureza y la piedad personal en ese mes. Muchos bebedores potenciales acatan la ordenanza del Islam contra el consumo de alcohol, al menos temporalmente. Este tipo de empresas se ven muy afectadas, ya que pierden una gran parte de sus ventas pico debido al Ramadán, pero a diferencia de otras empresas, no tienen la misma oportunidad de recuperarlas más adelante en el año.
Por otra parte, Uddin (2023) argumenta que la mayoría de los propietarios de casi 500 fábricas de batik en Madabbdi consideran el Eid-ul-Fitr como «una bendición» y entre el 65% y el 70% de las ventas de la industria, que mueve 3.000 millones de rupias, provienen del Ramadán. Los sectores de moda y bienes de consumo experimentan un aumento significativo durante el Ramadán, lo que inyecta un nuevo impulso a la economía del país. Y este aumento se extiende a todos los mercados, abarcando los sectores de productos para el iftar, el entretenimiento, la economía del zakat y el turismo. Es así como surge una economía centrada en el Ramadán.
Otro sector que se ve favorecido es el transporte. Desde el comienzo del Ramadán, la gente comienza a viajar desde las ciudades a sus pueblos para celebrar la festividad del Eid. Alrededor de 1,7 millones de personas de Dacca y aproximadamente 1 millón de personas de Chattogram viajan a sus pueblos durante esta época. A medida que aumenta la movilidad de las personas, el negocio del sector del transporte también experimenta un aumento. El sector del transporte realiza alrededor de 60 millones de viajes durante el Ramadán y el Eid-ul-Fitr. De ellos, 40 millones de viajes se realizan por carretera y 20 millones por ferrocarril, mar y aire.
Finanzas
El Ramadán puede generar más complicaciones cuando se extiende a lo largo de dos trimestres financieros, como ocurrió entre 2014 y 2016 (segundo y tercer trimestre) y volverá a ocurrir en 2023 y 2024 (primer y segundo trimestre). En estos años, el Ramadán puede distorsionar los informes de ganancias de dos trimestres en lugar de uno, lo que hace que las comparaciones interanuales del desempeño de las empresas sean particularmente complicadas para los inversores (Harding Loevner, 2013).
Para efectos de esta materia, es importante hablar del Sistema Financiero Islámico (SFI), entendido como un conjunto de instituciones financieras que operan bajo los principios de la Sharia, la ley islámica. Se caracteriza por la prohibición de los intereses y la especulación, y por la distribución de ganancias y pérdidas. Los principios de las finanzas islámicas se basan en la justicia, la equidad, la inclusión y el bienestar de la comunidad.
La banca islámica, también denominada finanzas islámicas o finanzas compatibles con la Sharia, se refiere a las actividades financieras que se adhieren a la Sharia. Dos principios fundamentales de la banca islámica son la distribución de ganancias y pérdidas y la prohibición de la recaudación y el pago de intereses por parte de prestamistas e inversores.
Una de las principales diferencias entre los sistemas bancarios convencionales y la banca islámica es que la banca islámica prohíbe la usura y la especulación. La Sharia prohíbe estrictamente cualquier forma de especulación o juego, lo que se conoce como maisir . La Sharia también prohíbe cobrar intereses sobre préstamos. Asimismo, está prohibida cualquier inversión que involucre artículos o sustancias prohibidas en el Corán, incluidos el alcohol, los juegos de azar y la carne de cerdo. Es importante destacar que la esencia del SFI se mantiene en vigor todo el año, no es un comportamiento que se limita únicamente al Ramadán.
Comentarios finales
El análisis del impacto económico del Ramadán en las variables económicas revela una serie de efectos significativos y complejos. En primer lugar, se observa un aumento en el consumo de ciertos bienes y servicios durante este período, impulsado por las celebraciones y tradiciones culinarias asociadas al Ramadán. Los sectores más favorecidos son el alimentario, textil y transporte. Este incremento en la demanda genera un impacto positivo en la industria alimentaria, especialmente en sectores como la producción y distribución de alimentos, así como en la hostelería y restauración.
En segundo lugar, el Ramadán también influye en los patrones de gasto de los hogares. Si bien se destina un mayor porcentaje del presupuesto a la alimentación, se observa una reducción en otros rubros como el entretenimiento y el ocio. Esto sugiere un cambio en las prioridades de consumo durante este período, con un enfoque en los aspectos religiosos y familiares. En tercer lugar, el Ramadán puede tener un impacto en la productividad laboral. Si bien algunas empresas pueden experimentar una disminución en la productividad debido a los horarios de ayuno y oración, que a su vez se traduce en disminución en la producción y en el PIB agregado, reporta a su vez mayores niveles de bienestar social y realización personal de los fieles musulmanes.
Lo anterior nos permite concluir que, si bien la celebración del Ramadán tiene incidencia en ciertas variables económicas medibles, otros aspectos como el costo de oportunidad y el nivel de bienestar social reportado, también deben ser considerados. En ocasiones apegarse a una métrica en específico puede ser contraproducente ya que no refleja al 100% el estado y contexto de la economía de manera fidedigna, y se asumen ciertos sesgos que no permiten separar el homus economicus del homo sapiens y, por lo tanto, no consideran la satisfacción espiritual sobre la satisfacción material. En tal sentido, la religión islámica medida a partir de la práctica del Ramadán tiene incidencia en variables económicas.
Welch y Mueller (2001), argumentan que la economía está al servicio de la religión, así entonces las creencias religiosas afectan las preferencias de las personas y, por lo tanto, modifican el comportamiento del mercado – tanto nacional como internacional – hasta ajustarse en base a lo aceptado por la religión. La economía y la religión están más cerca de lo que algunos podrían creer, pues las creencias religiosas afectan la economía al promover aspectos como la ética de trabajo, la honestidad (y por tanto la confianza), el ahorro, la caridad y la hospitalidad hacia los extraños. Lo anterior se puede ver evidenciado con el Sistema Financiero Islámico y la aplicación de la Sharia. De esta manera, para entender más el impacto de un factor espiritual en la economía, deben considerarse también factores que midan el bienestar social, como el Índice de Desarrollo Humano, y no anclar las expectativas únicamente a variables como el PIB.
Referencias
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