Imagen: Diario La Verdad
Por: Jesús Martínez
Caracas, 9 de diciembre de 2024
La conquista de América y la explotación de sus riquezas naturales convirtieron al Imperio Español en uno de los más grandes e influyentes poderes políticos de Europa y el mundo durante los siglos XVI y XVII. Durante la Colonia, enmarcado en el espíritu mercantilista imperante para la época, la fuente de ingresos se basó principalmente en la explotación de metales preciosos como el oro y la plata. Sin embargo, las vastas tierras del continente ofrecían mucho más que minerales; las plantaciones agrícolas, la ganadería y el comercio de productos tropicales comenzaron a consolidarse como pilares económicos, adaptando las dinámicas comerciales a las características de cada región del imperio.
En el caso de Venezuela, su rol dentro de este entramado económico fue inicialmente periférico, pero con el tiempo cobró relevancia gracias al auge del cacao como producto de exportación. Este cultivo, altamente demandado en Europa, atrajo la atención de la Corona, que buscaba fortalecer su control sobre las actividades económicas de sus colonias. Fue en este contexto que se fundó la llamada “Real Compañía Guipuzcoana de Caracas” en 1728, una institución que simbolizó la política de monopolio comercial promovida por España y que marcó un punto de inflexión en la relación económica entre la metrópoli y la provincia venezolana.
El problema del contrabando
Antes de definir exactamente de qué trató la Compañía Guipuzcoana, es menester señalar que Venezuela no era una región particularmente rica en minerales como el oro y la plata tal como México o Perú, de hecho, tal como señala Cierbide (1997) “la administración de Venezuela hasta la llegada de los guipuzcoanos fue permanentemente deficitaria” (pág. 66). Es decir, su aporte económico a la Metrópoli era prácticamente nulo y en ocasiones negativo.
El autor agrega que “la razón de esta precaria situación estaba fundamentalmente, a parte de la escasa explotación de los recursos agrarios y en sus métodos atrasados, en el monopolio comercial ejercido por los holandeses e ingleses” (pág. 66), razón por la cual en lo que respecta a la entonces Provincia de Venezuela, los españoles se interesaron principalmente por la pesca intensiva de perlas en las islas de Cubagua, Coche y Margarita, aunque más tarde, se empezó a desarrollar con relativo éxito la producción de cacao, que llegó a constituir materia de primera necesidad en los mercados de España, Nueva España (México) y toda Europa. Sin embargo, una de las grandes problemáticas que enfrentaba la Corona Española en su colonia era el contrabando de productos agrícolas, en gran parte aupado por los hacendados locales e incluso empresas extranjeras legalmente constituidas que, aprovechando el asiento en territorio español, realizaban comercio de contrabando, en perjuicio de los intereses económicos del gobierno metropolitano.
Como consecuencia, el contrabando aumentó en forma alarmante en las primeras décadas del siglo XVIII. En ocasiones incluso, España tuvo que recurrir a comprar a estos mismos contrabandistas por la escasez del preciado producto.
Ciertamente, la posición geográfica de Venezuela, con sus extensas costas hacia el Mar Caribe la habían hecho vulnerable al desembarco ilegal de contrabandistas y piratas, siendo España incapaz de protegerla adecuadamente. Un factor adicional era la escasez de población. De acuerdo con Cierbide (1997) “se calcula que el número de habitantes del territorio venezolano en el siglo XVII oscilaba en torno a los 200.000 habitantes, lo cual implicaba una bajísima densidad” (pág.64). Así pues, era preciso enfrentar estas situaciones y asegurar al Rey los beneficios del comercio con sus colonias.
La compañía privilegiada
Paradójicamente, siguiendo el ejemplo holandés e inglés, se inició la otorgación de licencias para la creación de compañías con privilegios comerciales también llamadas “compañías privilegiadas”. Es así como surge la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas una sociedad mercantil de carácter oficial establecida por el rey Felipe V mediante Real Cédula del 25 de septiembre de 1728. Mediante esta iniciativa, un grupo de empresarios vascos obtuvieron la exclusividad del intercambio comercial entre España y la provincia de Venezuela. Operando en Venezuela desde 1730 hasta 1785, es decir, durante más de cincuenta años.
El establecimiento de esta compañía significó sin duda un cambio profundo en el sistema de comercio tradicional de la provincia de Venezuela y tuvo gran influencia en su desarrollo económico, social y político durante el siglo XVIII.
Conforme al contrato, el Rey concedía a la empresa el monopolio comercial sobre la importación de mercancías europeas y la compra de los bienes producidos en la provincia, especialmente el cacao, a precios fijados por la empresa, con la garantía además de que ninguna otra persona o empresa recibiría permiso para intervenir en este comercio. La Compañía Guipuzcoana, por su parte, se comprometía a vigilar las costas y a perseguir el contrabando, desde las bocas del Orinoco hasta el Río Hacha (actual Colombia). Sus barcos, debidamente armados, recorrerían las costas con autorización para apresar las naves contrabandistas y confiscar sus mercancías.
En lo económico, esta empresa es un caso completamente atípico al devenir como monopsonista frente a los productores locales y como monopolista de los productos venezolanos frente a España, funcionando a la inversa con los productos importados directamente de España, tales como vinos, trigo, telas y hierro, entre otros; lo cual si bien impulsó el desarrollo de la provincia, también perjudicó la economía de mercado, ya que eliminó tanto para los productores como para los consumidores locales la posibilidad de acceder a otro mercado más competitivo.
Para la Corona Española, no obstante, significó un gran negocio, esta no gastó absolutamente nada en este negocio y mantuvo dos tercios de las acciones de la empresa. Pero lo más relevante, es que, en palabras de Pikaza (1958), citado por Cierbide (1997), la Compañía conformó además “un cuerpo político-económico del Estado, el brazo auxiliar de la monarquía, una empresa paraestatal, caracterizada por su clara convergencia” (pág. 68). Esto es claro con la disposición real de que el Gobernador de la provincia de Caracas fuese nombrado además Juez Conservador de la Compañía, consagrando así el carácter oficial de la empresa.
El impacto comercial de la Compañía
Por estas razones, la llegada de los vascos despertó desde su comienzo grandes suspicacias que se convirtieron posteriormente en abierta hostilidad, ya que el monopolio del que gozaba la Compañía perjudicaba directamente a los comerciantes criollos que preferían negociar precios más altos con ingleses y holandeses, o bien atender la demanda de México, por su cercanía, menores riesgos de navegación y el pago en monedas de oro y plata, cuyas transferencias constituían la única masa de numerario que ingresaba a Venezuela (Arcila, s.f.). Para ilustrar, de acuerdo con Amezaga (2005), entre 1720 y 1730, partieron para Veracruz (México) unas 76 naves con un cargamento de 188.481 fanegas de cacao, en tanto que para Cádiz salieron solo 9 navíos con 40.243 fanegas (pág. 193).
Independientemente de las reacciones locales, lo más importante para la Corona Española era solucionar la problemática relacionada a la recaudación impositiva. Se puede afirmar que, en este sentido, la Compañía Guipuzcoana logró los resultados requeridos desde el inicio de sus operaciones en 1730. En ese mismo año, los resultados de su actividad fueron plenamente satisfactorios al conducir 80.000 fanegas de cacao a España, compradas al precio de solo 10 pesos por fanega en la provincia y siendo vendidas en España a razón de 45 pesos (Arcila, s.f.). Esto de por sí significaba un beneficio importante para España donde llegó a cotizarse el cacao por encima de los 80 pesos la fanega (Cierbide, 1997, pág. 68). Gracias a estas acciones de la compañía, “a los doce años de su fundación los accionistas habían recibido un 160% de su puesta y en ocasiones percibieron un 25% al año” (ibíd., 1997, pág. 67).
Ahora bien, cuando se hace un resumen de la gestión de la Compañía Guipuzcoana en territorio venezolano se puede afirmar que esta tuvo aspectos tanto positivos como negativos de importancia para el período histórico en el que tuvo su actuación. En cuanto a los beneficios de la Guipuzcoana se puede mencionar el aumento de la producción de cacao desde 643.000 fanegas que se obtenían entre 1700 a 1730 a 1.450.000 entre 1730 y 1748 (Cierbide, 1997, pág. 67), así como la introducción del añil de tinte, el algodón, la caña de azúcar, la cría de ganado y el cultivo de tabaco por parte de los vascos. En este sentido, la historiadora venezolana Mercedes Álvares, citada por Amezaga (2005), determina que “fueron los primeros innovadores y verdaderos creadores de la industria agrícola. Venezuela adquirió un aspecto feliz, un aire de prosperidad que no se veía en ninguna otra posesión del imperio español” (p.203).
A su vez, se consiguió frenar y disminuir el contrabando, persiguiendo y hostilizando a los ingleses, holandeses y demás extranjeros que venían ejerciendo ilegalmente gran parte del comercio de la colonia, esto redundó en la conservación de la integridad territorial de Venezuela, que posiblemente habría sido arrebatada a España de seguir la influencia foránea. La acción contra el contrabando es de suma importancia ya que “al recobrar el fisco, los ingresos que se le venían usurpando, la gobernación de Caracas pasó a ser de provincia deficitaria no sólo a autosuficiente, sino lo que es más, rentable” (Cierbide, 1997, pág. 68). Esto sería fundamental para que Venezuela dejara de ser considerada una “provincia de tercera» y emergiera como potencia agrícola.
Adicionalmente, la presencia de la Compañía Guipuzcoana significó “el establecimiento de un considerable conjunto de sedes, almacenes, talleres, hornos, panaderías, tonelerías y otros objetos muebles e inmuebles a lo largo del territorio norte de la Provincia” (González y Marín, 2017, pág. 2). Sin contar que la Compañía Guipuzcoana también promovió y tomó parte activa en la exploración del territorio venezolano al colonizar Cumaná y proseguir la colonización en los valles de Aragua, en las llanuras de Cojedes, Portuguesa, Guayana y costas de Caracas. Incluso, como señala Ramón de Basterra en su obra “Los navíos de la Ilustración” de 1925 existe la posibilidad de que hayan sido los responsables de la introducción de las ideas del Enciclopedismo y de la Ilustración en Venezuela.
No obstante, ciertas acciones de la Real Compañía Guipuzcoana fueron rechazadas no sólo por los contrabandistas, sino por toda la Provincia de Venezuela. Una de las más importantes fue su política de precios. Según Arcila (s.f.) la caída de los precios continuó acentuándose a partir de 1740 a 1749 por las acciones de la Compañía, de 20 pesos la fanega en 1730, descendió a solo 8 pesos en 1747, lo cual constituyó uno de los fundamentos de las alteraciones políticas ocurridas al final de esa década. Bajo la influencia guipuzcoana, los precios de las mercancías importadas y de los frutos, como ya se ha mencionado, dependían ahora de la empresa, la cual los fijaba de acuerdo a su propia maximización de beneficios, en perjuicio del bienestar de consumidores y productores locales, pues estos no podían ya comprar y vender sus frutos al mejor postor, sino solo a la Compañía.
Adicionalmente, se establecieron rigurosas cuotas de producción bajo la amenaza cierta de deshacerse del sobrante a cualquier precio, o correr el riesgo cierto de perderlo. También generó malestar que la Compañía no pagara sus compras con dinero, sino con mercancía europea usualmente a precios inflados. Más aún, ni siquiera lograba mantener abastecida a la provincia, incumpliendo de esta manera con uno de los estatutos del contrato establecido con el Rey.
Aunado a esto, no satisfecha la Compañía con las ventajas obtenidas y el monopolio del comercio entre España y Venezuela también intentó apoderarse del comercio con México, controlado por los productores de cacao. Señala Amezaga (2005) que el cultivo y producción venezolano podían mantenerse a precios tan bajos para España solo gracias al comercio con México que compensaba la pérdida sufrida por los cultivadores. Prueba de esto es que en 1733 se confirmó que se embarcaron más de 54.000 fanegas, de las cuales 17.700 se llevaron a España y a México 26.400 (Arcila, s.f.). Esta situación continuó a lo largo del siglo y aunque no tuvo éxito en sus intentos, se establecieron límites al envío de cacao a México obligando de esta manera a los productores locales a entregarle la mayor parte de sus cosechas a la Compañía (ibíd., s.f.). No obstante, tal como señala el historiador Rafael Arráiz Lucca, “dada esta situación desventajosa lo que sucedía en la práctica era que los productores vendían una parte y la otra la sacaban por contrabando a Aruba, Curazao y Bonaire”.
El fin de la Compañía Guipuzcoana
El descontento contra la Guipuzcoana estalló en varias revueltas, como las del zambo Andrés López del Rosario conocido como “Andresote” (1730–1733) y la que acaudilló el canario Juan Francisco de León (1749). Aunque los rebeldes fracasaron en sus propósitos, la Compañía fue sujeta a rigurosas disposiciones. La principal fue la constitución de una Junta Reguladora de Precios. El resultado inmediato de este sistema fue un alza progresiva en los precios, pasando de 7 u 8 pesos la fanega, a 11, 12, hasta 16 pesos y aún más pasados los años 1770. (Arcila, s.f.). También se dispuso la adquisición por parte de hacendados y mercaderes criollos de acciones de la Compañía, así como la obligación de ceder a los embarcadores caraqueños hasta una sexta parte de la capacidad de carga de sus naves. Todo lo cual conminó para apaciguar los exaltados ánimos de los criollos que, sin embargo, seguían viendo en la Guipuzcoana a un enemigo.
La Compañía durará hasta 1785 cuando fue declarada extinta por el rey liberal Carlos III, fundiéndose con la de Filipinas, quien fue restándole facultades desde 1778 a propósito de la declaración de libre comercio que permitía el intercambio comercial entre España e Hispanoamérica. A estos condicionamientos habría que añadir la merma de beneficios causada por el aumento de burocracia (Cierbide, 1997, pág. 71), así como sospechas de contrabando por parte de la misma Compañía Guipuzcoana para evadir los impuestos de la Corona.
El legado de la Compañía Guipuzcoana
En pocas palabras, la Compañía Guipuzcoana de Caracas jugó un papel de suma relevancia en la Venezuela del siglo XVIII. Su establecimiento generó un impacto profundo en la estructura económica y social de la colonia, redefiniendo las dinámicas de poder y distribución de la riqueza. En el ámbito meramente económico, la Compañía dejó una marca muy importante en el comercio venezolano impulsando a la provincia como cacaotera. Se podría afirmar que, en gran parte, sentó las bases del sector agrícola venezolano, que del cacao luego pasará a especializarse en el café y otros rubros de relevancia antes de la llegada del petróleo.
Fue fundamental en el desarrollo que logró el país en esos años, y para la posteridad, gracias a la infraestructura comercial que dejó, especialmente la de puertos como La Guaira y Puerto Cabello. Claramente es discutible el hecho de asumir un monopolio absoluto, con todos los problemas que esto conlleva al bienestar social y a la economía de mercado, pero también hay que resaltar el hecho de que Venezuela era una provincia empobrecida, retrasada y casi despoblada. Adicionalmente, el mercado existente era muy irregular, nada solidificado. Así las cosas, y siendo la Compañía un medio utilizado por la Corona Española, cumplió con sus objetivos principales que eran asegurar una mayor provisión del preciado cacao a España, poner cierto freno al contrabando extranjero, mejorar las infraestructuras comerciales y proteger las costas de la colonia de piratas, filibusteros y corsarios.
Sin embargo, su presencia también despertó tensiones entre los sectores locales, quienes a menudo se vieron limitados por las estrictas regulaciones impuestas. Más aún, la laboriosidad vasca pudo ir más allá de lo debido, posiblemente convirtiendo a Venezuela en el epicentro de la emancipación de América.
Referencias bibliográficas
Amezaga, A. (2005). La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Crónica sentimental con una visión historiográfica. Los años áuricos y las rebeliones (1728-1751). Sancho el Sabio, 23, págs. 167-208
Arcila, E. (s.f.). Diccionario de Historia de Venezuela. Bibliofep: Fundación Empresas Polar. Recuperado de: http://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/c/compania-guipuzcoana/
Cierbide, R. (1997). La Compañía Guipuzcoana de Caracas y los vascos en Venezuela durante el siglo XVIII. Revista Internacional de Estudios Vascos, 42 (1), 1997, págs. 63-75
González, L. y Marín, O. (2017). La Real Compañía Guipuzcoana: Arquitecturas En Red. Trienal de Investigación FAU UCV 2017. Recuperado de: http://trienal.fau.ucv.ve/2017/publicacion/articulos/HP/extenso/TIFAU2017_Extenso_HP-03_LGonzalezC.pdf

