Imagen: Diario Jurídico
Por: María Eugenia García y Jesús Martínez
Caracas, 25 de octubre de 2021
Si te gusta la economía, nos gustaría hoy recomendarte un sencillo experimento. Consiste en lo siguiente: la próxima vez que vayas a hacer tus compras de rutina a alguna tienda, mercado o farmacia presta atención a los precios dos veces. Sí, dos veces. Esto quiere decir que si vas a comprar, digamos, una máquina de afeitar, observa el precio de su contraparte femenina o masculina también. Que no te dé miedo visitar ese pasillo de productos del otro sexo que en ocasiones tanto nos avergüenza.
Una vez realices esto, verás algo muy interesante ¿por qué un producto con las mismas características, en teoría iguales, tienen diferentes precios? Pues bien, esto es lo que se conoce como el “impuesto rosa”.
¿Qué es el impuesto rosa?
El impuesto rosa, también conocido por su nombre en inglés como Pink Tax, es el precio adicional, sobrecargo o exceso, en los productos destinados para dama que, funcionalmente, son idénticos a los productos destinados para hombres. Es decir, la diferencia en los precios no puede adjudicarse a un mayor costo de producción producto de algún tipo de funcionalidad o característica distinta porque ambos bienes sirven son homogéneos y funcionan para lo mismo.
Este concepto nace en California, Estados Unidos, en el año 1990 y se apellida “Rosa” ya que la mayoría de los productos femeninos tienen este color, como por ejemplo las máquinas de afeitar desechables, desodorantes o jabones y, a pesar de que suene inverosímil, este color se puede convertir en un factor capaz de afectar significativamente el precio respecto a un mismo producto que se pueda encontrar, tal vez, en un ejemplar azul.
Cabe resaltar que el Pink Tax no solo afecta a productos relacionados a la higiene personal, sino que perjudica a cualquier tipo de bienes destinados a la población femenina de cualquier edad. Por lo tanto, también incluye juguetes, ropa, accesorios, útiles escolares e incluso, una investigación de la GAO (Government Accountability Office) en el 2018, encontró que las diferencias de precios vinculadas al género se extienden a servicios financieros, como las hipotecas.
Es importante aclarar que el “impuesto” rosa no es un impuesto per se. Más formalmente es un sistema de precios basados en el género y es considerado un tipo de discriminación que profundiza las desigualdades de género. Si bien aún son escasas las investigaciones económicas que profundicen al respecto. Es evidente que existe una amplia discriminación de precios basada en el género en todo el mundo y que esto es una problemática a resolver, incluso si hay espacio para debatir por qué existe o qué tan grave o costoso es el problema.
Causas del impuesto rosa
El impuesto rosa puede suceder por varios factores. En primer lugar, las mujeres tienen mayor decisión de compra, por lo tanto, las empresas utilizan ese sesgo de categoría para que por instinto, cada consumidor elija el producto de acuerdo con su género, segmentando así el mercado. A través de esta vía, las empresas privadas encontraron una manera de hacer que su producto pareciera más dirigido o más apropiado para la población y lo vieron como una fuente de ingresos.
Por otra parte, el factor psicológico también influye como marketing emocional. El color rosa está asociado a la dulzura, a lo femenino, a la delicadeza, a la amistad y al amor puro. Al elegir suavizantes para lavar ropa, jabones para el cuerpo, o una caja de leche para bebés, es probable que escojamos la del color rosa por encima de otro color, porque es más fácil asociar ese color con buen olor, sabor y textura que por ejemplo un empaque color negro, rojo, verde.
Podría pensarse también que detrás del impuesto rosa, hay toda una lógica asociada a que, cueste lo que cueste, la mujer va a preferir adquirir un producto femenino. Este ejemplo se puede apreciar mejor en cosméticos, vestimenta, higiene y aseo personal. Pues la sociedad está acostumbrada a una mujer que vista bien, huela bien, se vea bien, por lo tanto, para lograr cumplir estándares de belleza, independientemente del precio, las mujeres costearían los artículos que lo posibiliten.
La mayoría de las discusiones sobre el impuesto rosa no se tratan como si este fuese un impuesto real, pero en cierto modo sí lo es. Y esto sucede mediante los aranceles de importación. Existe de hecho otro nombre más específico para esto, el «impuesto a los tampones», que se refiere al impuesto sobre las ventas que se aplica a los artículos de higiene femenina, como toallas sanitarias, protectores y tampones.
Esto afecta al precio ya que, en este contexto, las empresas abordan esta discrepancia aumentando el precio del artículo con el arancel de importación, lo que puede resultar en una diferencia de precio basada en el género que en realidad se basa en el costo intrínseco del artículo. La opción de fijar el precio de ambos artículos por igual (suponiendo que sean iguales), no podría ser considerada ya que significaría que el productor, el minorista o el consumidor se verían afectados con el impuesto. Diversos grupos feministas, especialmente en Estados Unidos, han levantado su voz en contra de estos aranceles argumentando que afecta de manera desproporcionada a las personas que menstrúan, todo bajo la premisa de que son productos de lujo.
Todos estos factores, en conjunto, representan una oportunidad para empresas a la hora de fijar sus precios y obtener ganancias mediante la diferenciación de los productos de hombres versus los productos para la mujer.
Casos de la vida real
El caso más frecuente es la máquina de afeitar. En el año 2018, según un caso presentado en el Palacio Legislativo del Congreso de la Nación Argentina, la máquina de afeitar desechable color rosa tenía un sobreprecio de un 47% en dicho país, con respecto a la máquina de afeitar de caballero. Un informe publicado en 2015 por el Departamento de Asuntos del Consumidor de la Ciudad de Nueva York señaló que los productos comercializados orientados específicamente a mujeres cuestan en promedio un 7% más que los productos dirigidos hacia hombres en dicha ciudad.

Según reportó Forbes en 2012, el estado de California, donde desde 1996 está prohibido aumentar precios con base en el género, calcula que una mujer paga hasta 1.400 dólares de “impuesto rosa” al año.
Cómo eliminar el impuesto rosa
Podría plantearse entonces la posibilidad de evitar el impuesto rosa simplemente consumiendo productos para hombres, pero claramente eso está lejos de ser la solución.
Posiblemente muchas personas no se han dado cuenta de esta disparidad en los precios, tal vez los supermercados y tiendas usan su estrategia de marketing para alejar y separar físicamente de estanterías los bienes de hombres y mujeres, pasando así imperceptible esta diferencia, pero allí está.
La manera más sostenible de evitar esta práctica es la creación e imposición de leyes y un marco legal destinado a proteger al consumidor de distorsiones en los precios que no tengan que ver con diferencias en la funcionalidad, tamaño o uso sino únicamente en el color y, en caso de que una empresa infrinja estas leyes, tenga como consecuencia una penalización. Así mismo, es fundamental hacer una revisión de los aranceles a la importación de productos de primera necesidad y que los productos de higiene femenina sean incluidos entre estos.
Si bien la equidad de género tiene mucho camino por recorrer, se están haciendo increíbles avances. En varios de los estados de Estados Unidos ya se han promovido exenciones de impuestos a los tampones y se han introducido leyes para evitar la discriminación de precios basados en el género. En otros países también se están realizando esfuerzos interesantes.
- Kenia: Este país abandonó su impuesto sobre las ventas de productos de higiene femenina en 2004 y ha asignado millones hacia la distribución de toallas sanitarias en las escuelas en un esfuerzo por impulsar la asistencia de las niñas.
- Canadá: Abandonó su impuesto sobre bienes y servicios (similar al impuesto sobre las ventas) sobre tampones en 2015.
- Reino Unido: eliminó el impuesto al tampón. Para compensar, varias cadenas importantes en el Reino Unido, como Tesco, han reducido los precios de los propios productos de higiene femenina.
Caso de estudio: El impuesto rosa en Venezuela
Con el objetivo de estudiar este fenómeno en el caso venezolano, nos dimos a la tarea de buscar evidencia que pudiera comprobar la existencia de un “impuesto rosa” en Venezuela, fenómeno poco estudiado en el país.
Para ello, seleccionamos una canasta de 20 productos de uso común que poseen presentaciones especiales para damas y caballeros, entre los que se encuentran desodorante, máquina de afeitar, shampoo, jabón, entre otros. Es importante aclarar que algunos productos como los cepillos dentales no poseen como tal una versión “para hombres” o “para mujeres” más allá de los colores que se puedan asociar a uno u otro sexo, por lo tanto, no fueron considerados, al igual que los productos “neutros” como algunos shampoos, jabones y cremas corporales.
El criterio de comparación de precios para la versión masculina y femenina fue que los productos fueran completamente homogéneos que solo los diferenciara el público objetivo. Por ejemplo, en el caso de las máquinas de afeitar no era posible comparar el precio de una máquina de mujer que tuviera una presentación de 2 unidades con 3 hojillas, con una presentación masculina con 3 unidades y 2 hojillas. Tampoco era posible comparar una presentación que integrara hojillas de repuesto con una que fuera desechable, ni era posible comparar un shampoo con acondicionador de coco con un shampoo anticaspa. Lo que se buscó con esta metodología fue tratar de aislar el efecto causado por las características diferenciadoras entre componentes del producto y presentaciones.
La muestra se acotó en tan solo 20 productos con el fin de mantener la sencillez del ejercicio y además por escasez de datos o comparabilidad de otros productos. Por ejemplo, en el caso de la ropa y zapatos, factores como el color, tipo de tela o el diseño pueden afectar el precio. Para nuestra muestra sólo fue incluida una franela blanca en lo referente a este rubro porque lo único que los diferenciaba era que uno estaba etiquetado “para dama” y el otro “para caballero”. Por lo demás, eran idénticas: misma tela y misma talla, sin detalles o diseños particulares.
Los datos fueron extraídos de las páginas web de diferentes cadenas de farmacias a nivel nacional, la página web de Mercadolibre, uno de los mercados online más populares del país y mediante otras fuentes (como tiendas) a las que se asistió presencialmente. Los precios por producto son un promedio simple de todos los precios encontrados para el mismo.
A continuación presentamos los resultados:

Tal como se puede observar en la gráfica anterior, es evidente la existencia de una discriminación de precios entre productos equivalentes destinados a hombres y mujeres. En algunos casos, la diferencia es pequeña y en otros bastante significativa como en el caso del minoxidil, el fijador y el shampoo + acondicionador.
Para nuestra muestra, el precio del producto masculino siempre fue menor a su contraparte femenina, excepto para el gel de ducha y el jabón especializado (jabón solo para hombre). Una posible explicación es que son productos relativamente nuevos en el mercado que poseen pocos competidores (ciertamente, en los últimos años diversas marcas han hecho un esfuerzo por incluir presentaciones only for men que no existían, como es el caso de los jabones).
En resumen, nuestra muestra arrojó evidencia de que en Venezuela sí existe diferenciación de precios basada en el género. De acuerdo con nuestros datos, una mujer cualquiera que quisiera adquirir hoy esta canasta de 20 productos en Venezuela tendría que pagar, a precios actuales, 96,01 bolívares más que un hombre (alrededor de 22,07$ al tipo de cambio BCV). Es así como el “impuesto rosa” en Venezuela, de acuerdo con los datos de la muestra estudiada, asciende al 30,38%.
Comentarios finales
El impuesto rosa es un tipo de discriminación, por lo que los encargados de los países del mundo deben unir sus esfuerzos y aplicar recursos para evitar que siga ocurriendo. Todos tenemos los mismos derechos y el consumo no debe ser una excepción, independientemente de los individuos involucrados, la sociedad o la cultura. Más allá de denunciar estos hechos, lo recomendable es concientizar a la sociedad para evitar estas prácticas.
Y esto tiene su efecto dominó, pues la consecuencia es que, por ejemplo un producto para dama es 1 dólar más costoso que el de caballero, en el largo plazo, el consumo de ese producto más caro representa un beneficio de millones de dólares para las empresas y a la vez un empobrecimiento para las mujeres, cuya raíz es la discriminación y la manipulación de la oferta del mercado. Esto supone un comportamiento poco ético y reprochable, que solo coadyuva a profundizar las brechas de género ya existentes en otros ámbitos de nuestra sociedad.
Referencias consultadas
Mautino, L. (s.f). Impuesto rosa. Universidad Abierta Interamericana.

