Imagen: La Santa Mambisa
Por: María Eugenia García y Jesús Martínez
Caracas, 19 de octubre de 2020
A la hora de emigrar para buscar un mejor futuro, de buscar un país para invertir en el largo plazo, de tener una referencia para comparar otras naciones e incluso para elegir tu destino turístico, las personas siempre se fijan en los mismos países: Francia, Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, Japón, Canadá, Italia, Australia… todos esos países, aunque no necesariamente comparten características geográficas o culturales, comparten muchas otras características como un alto nivel de vida, elevado ingreso per cápita, educación de primera clase, libre movilidad de capitales, boyante actividad económica, entre otras. Así que podemos preguntarnos ¿qué los hace ser tan países tan ricos?
Durante siglos, filósofos, moralistas y economistas por igual se han preocupado por comprender los orígenes y las causas de la riqueza y, por tanto, de la pobreza. Adam Smith, el padre de la economía moderna, se preguntó en su obra cumbre “La Riqueza de las Naciones” (1776) ¿Por qué algunos países son ricos y otros pobres? La respuesta, según el autor escocés, fue que los países ricos (también conocidos como países desarrollados o del primer mundo) han tenido un crecimiento sostenido a través del tiempo y, por lo tanto, han alcanzado altos niveles de ingresos per cápita, mientras que los países pobres (o en vías de desarrollo) no lo han hecho. Smith afirmó que la clave para luchar contra la pobreza es, en definitiva, hacer crecer a los países en desarrollo y, por lo tanto, reducir las diferencias de ingresos entre países ricos y pobres. Esto incluso sería un proceso natural. Diversos economistas plantearon lo que se denominó la “tesis de la convergencia”, la cual planteaba la idea de que los países desarrollados tenderían a largo plazo a crecer más lento que los países en vías de desarrollo, que debido a su relativo retraso lo harían más rápido, lo cual, en definitiva, crearía una tendencia a similares niveles de ingreso en todo el mundo.
Los países usualmente se clasifican en países desarrollados, que son economías con un nivel de producción agregada alto y en donde los habitantes del país cuentan con un elevado nivel de vida, como Estados Unidos, Corea del Sur, Suecia, Dinamarca, Reino Unido y países en vías de desarrollo (anteriormente denominados subdesarrollados) que son economías que están en ese proceso de transición para convertirse en economías desarrolladas, como Venezuela, Nigeria, Colombia o India. Algunos expertos plantean una tercera clasificación que se ha vuelto muy popular que serían los “países emergentes”, que serían aquellas economías que han crecido fuertemente en los últimos años y que tienen potencial para convertirse en el mediano plazo en una economía desarrollada, en esta clasificación entrarían países como Brasil, China, Turquía o Indonesia.
Son muchos los países con los que cuenta la distribución geográfica del globo terráqueo en la actualidad, 194 para ser precisos, por lo tanto, existen 194 nacionalidades, 194 sociedades, 194 economías, 194 culturas… e incluso muchas más, si se contabiliza a nivel interno. El hecho es que existen infinidades de divergencias entre las distintas naciones del mundo, pueden incluso dos países ser geográficamente contiguos y compartir ciertas características pero, a su vez, ser totalmente diferentes, como por ejemplo Francia e Italia, que son fronterizos, pero difieren hasta de idioma.
Ahora bien, a rasgos generales, lo que diferencia a un país desarrollado de uno en vías de desarrollo son factores más inherentes a la sociedad, producto, por supuesto, de una buena administración política y económica. Entre estos factores se pueden mencionar la calidad de vida, la desigualdad social, la brecha de pobreza, el analfabetismo, la esperanza de vida y el acceso a los servicios básicos como salud, educación y transporte. Además, a nivel económico, los países desarrollados se caracterizan por tener economías estables, confiables y sólidas, elevado nivel de PIB per cápita, mercados financieros transparentes e inflación controlada. En lo que respecta a la materia política, usualmente estos países cuentan con gobiernos democráticos, de duración establecida y respetada, muy pocas revueltas sociales, seguridad jurídica e instituciones independientes. Además, estos países cuentan con tecnologías avanzadas en muchas de las ciencias y son pioneros en creación e innovación digital.
Sucede todo – o casi todo- lo contrario cuando hablamos de países en vías de desarrollo. El capital humano, es decir, la población productiva de un país, es escasa, pues los habitantes cuentan con mayores limitaciones y restricciones para acceder a la educación y a un trabajo digno. Existen jóvenes que deben abandonar sus estudios por optar para trabajos informales, la infraestructura de las ciudades es decadente, la esperanza de vida es menor a la media, existen mayores niveles de delincuencia, crimen y corrupción. Adicionalmente, sus sistemas políticos suelen ser inestables, bien sea por sufrir dictaduras o terrorismo, por lo que frecuentan conflictos armados entre civiles y militares y las instituciones están parcializadas en función del gobierno en ejercicio. En estos países, la propiedad privada, la libertad individual y el libre mercado se encuentran bajo amenaza debido a los débiles sistemas de justicia. A nivel económico, estos países cuentan con tasas de inflación elevadas y por ende, bajo poder adquisitivo, bajo Producto Interno Bruto per cápita, un mayor desempleo e incurren con mayor frecuencia en déficits fiscales y empréstitos. Estos países a nivel tecnológico han quedado rezagados, obsoletos y en materia de salud aun evidencian estragos de enfermedades que ya son erradicadas en país del primer mundo como la cólera o la malaria.
Las causas del desarrollo que acentúan las diferencias entre los países difícilmente pueden ser determinadas, sin embargo, hay un consenso en que el crecimiento económico es un factor clave y necesario, aunque no suficiente, para el desarrollo. El crecimiento económico es la variable económica que permite conocer por qué unas naciones son más pobres que las otras, por qué unas economías se expanden con rapidez mientras otras se estancan y por qué el mundo es hoy en día más rico de lo que era hace cien años.
Lefín y Sachs (2004) definen al crecimiento como el aumento sostenido del producto en una economía. Blanchard, Amighini y Giavazzi (2012) lo definen como el “aumento continuo de la producción agregada a lo largo del tiempo”. De acuerdo con Callen (2008), el crecimiento del PIB real suele usarse como indicador del estado de salud general de la economía, es decir, cuando el PIB real aumenta, la economía está funcionando bien.
El crecimiento y el desarrollo económico no son sinónimos, no hacen referencia a lo mismo. El crecimiento económico mide de una manera material la situación de las sociedades (por eso se mide mediante el PIB per cápita), mientras que el desarrollo económico hace referencia a la evolución de todos los habitantes hacia mejores niveles de vida, hacia un mayor bienestar social, es una expansión en la frontera de posibilidades de producción. Sin crecimiento económico, no puede haber desarrollo, asimismo un país puede crecer sin que ello signifique mayor desarrollo.
La mayoría de los economistas en estudios previos coinciden en que son cuatro las causas del crecimiento económico entre los países. De acuerdo con Samuelson y Nordhaus (2002), el primero de ellos son los recursos humanos, medidos a través de trabajadores cualificados y formados, la oferta de trabajo, la educación, la disciplina y la motivación; muchos economistas creen que constituye el elemento más importante del crecimiento. En segundo lugar, se encuentran los recursos naturales, como la tierra, los minerales, los combustibles y la calidad del medio ambiente. Mankiw (2009) los define como los insumos de producción proporcionados por la naturaleza.
Sin embargo, a pesar de que los recursos naturales son un factor importante, no son decisivos ni limitantes en el crecimiento, pues tal como indican los autores anteriormente referenciados, “no es necesario poseer recursos naturales para tener éxito económico en el mundo moderno”, y proporcionan un ejemplo del caso de Japón, que ha sido una nación que ha prosperado a pesar de no poseer casi ningún recurso natural.
El tercer engranaje de acuerdo con Samuelson y Nordhaus (2002) es la formación de capital, entre ellas la adquisición de máquinas, las fábricas, las carreteras, los sistemas de riego y de agua y, en conclusión, las inversiones que sólo son realizadas por el Estado con la finalidad de que prospere el sector privado. Mankiw (2009) indica que los trabajadores son más productivos si tienen las herramientas adecuadas con las cuales trabajar, definiendo el capital físico como el conjunto de equipos, estructuras y herramientas para producir bienes y servicios. Finalmente, el cuarto componente del crecimiento es la tecnología e innovación, mencionando entre ellas la ciencia, la ingeniería, la dirección y la iniciativa de empresas. Por ello es importante aumentar la inversión en investigación y desarrollo, en educación y la estructura de mercados económicos y financieros.
Economistas también defienden como posibles causas del crecimiento económico a factores tan variados como el clima, la ubicación geográfica, la cultura, el sistema jurídico, la colonización e incluso la dirección del viento. Autores como Daron Acemoglu que se han denominado como “institucionalistas” han dado relevancia a las instituciones como piezas adicionales de este gran rompecabezas. Todos esos factores deben ser tomados en cuenta para determinar la calidad de vida y determinar el nivel de estado de pobreza de un país.
Una vez comprendido todo lo referente a las variables del crecimiento, la pregunta lógica es comprender si de verdad hemos logrado algún avance desde los tiempos de Smith. Pues bien, en los últimos 90 años, los ingresos globales han crecido de manera exponencial. Eso es verdad. Pero también esto ha ido acompañado de un incremento superior en la brecha entre países desarrollados y países en vías de desarrollo. Esto es lo que la economista e historiadora Deirdre Mccloskey (2010) llama “The Great Fact” o “La Gran Verdad” según la cual, los países lejos de converger tienden en realidad a diverger en sus niveles de ingreso en el largo plazo.

De acuerdo con el economista Thomas Piketty (2014) en su libro “El Capital del Siglo XXI”, el 80% del crecimiento de la riqueza entre 1980 y 2005 fue a parar a los bolsillos del 1% que más ganaba. En este sentido, Piketty afirma que el crecimiento de la desigualdad es inherente al capitalismo, lo cual se explica porque la tasa de retorno o rendimiento del capital (R) es superior a la tasa de crecimiento económico (G). Esto contrasta directamente con lo planteado por economistas como Simon Kuznets (1955), quien postulaba a inicios del siglo pasado que el desarrollo económico implicaba de forma intrínseca una reducción automática de la brecha entre ricos y pobres dentro de las economías.
Tal como se ha visto esto no ha sido así, considere que en 1820, los Países Bajos, el país más rico del momento poseía un ingreso per cápita que era 4 veces mayor que el del país más pobre, Nepal. Pero 200 años más tarde, el ingreso per cápita del país más pobre, Burundi, es aproximadamente 264 veces menor del más rico (Estados Unidos). La consecuencia de este proceso es que el crecimiento económico por sí solo no mejora la distribución del ingreso. Incluso, puede profundizar las desigualdades. Lo que a la larga afecta al mismo crecimiento económico en palabras de Piketty.
En conclusión, el tema del crecimiento y el desarrollo, así como las diferencias entre los denominados países desarrollados y en vías de desarrollo, son cuestiones multidimensionales, pues dependen de múltiples variables y efectos que pueden ser contradictorios en ocasiones. Ciertamente los economistas han logrado identificar muchos de los factores que tienen impacto, pero no todos y cada uno de ellos. La importancia del estudio de esta rama en la economía radica en que niveles de crecimiento mayores están asociados a estándares de calidad de vida más altos pues, tal y como expone Mankiw (2009), un país con un alto crecimiento puede tener un cambio tan drástico que puede pasar de ser uno de los países más pobres en el mundo a uno de los más ricos en tan solo una generación. También argumenta que el crecimiento económico de hoy en día determinará la clase de mundo que heredarán nuestras siguientes generaciones.
Lo cierto es que el éxito de las naciones desarrolladas consiste en gran medida en una inversión significativa para fomentar civiles íntegros, productivos y profesionales, que permitan trabajar conjuntamente con el Estado para lograr bienestar y desarrollo social, económico y cultural, posicionando a estas naciones como líderes y referencias en el mundo altamente globalizado de la actualidad. No obstante, debemos reconocer que aún hoy existen altos niveles de subdesarrollo en el mundo, es mayor el número de países en vías de desarrollo que los desarrollados, y estos países no dejarán de ser subdesarrollados de manera espontánea o simplemente con ayudas. Muchos de ellos no han logrado siquiera crecer de manera efectiva y aunque han hecho esfuerzos en este sentido poseen condiciones intrínsecas que no les permiten salir de esa situación, no es ignorancia o malignidad. Los países desarrollados tienen que reconocer su papel como actores capaces de crear riqueza no solo para sí mismos sino para el mundo, ya que, tal como Adam Smith muy acertadamente afirmó, “ninguna sociedad podrá florecer y ser realmente feliz si la gran parte de sus miembros es pobre y miserable”.
Referencias consultadas
Blanchard, O., Amighini, A., Giavazzi, F. (2012). Macroeconomía. Quinta edición. Madrid, España: Pearson Educación S.A.
Callen, T. (2008). ¿Qué es el Producto Interno Bruto? Finanzas y desarrollo.
Kuznets, S. (1955). Economic growth and income inequality. American Economic Review, 45 (1) (1955), pp. 1-28
Mankiw, N. (2009). Principios de Economía. Quinta edición. D.F, México: Cengage Learning Editores, S.A.
McCloskey, D. (2010). Bourgeois Dignity: Why Economics Can’t Explain the Modern World. University of Chicago Press
Piketty, T. (2014). Capital in the 21st century. Harvard University Press, Cambridge, MA
Samuelson, P., Nordhaus, W. (2002). Economía. Decimoséptima edición. Madrid, España: Editorial McGraw-Hill, Inc.
Smith, A. (1958). Investigación de la Naturaleza y Causa de la Riqueza de las Naciones. Ciudad de México, México: Fondo de Cultura Económica
Todaro, M. y Smith, S. (2009). Economic development. Boston: Pearson Addison Wesley

