Imagen: Sophimania
Por: Jorge Toro*, María Eugenia García y Jesús Martínez
Caracas, 05 de octubre de 2020
El cierre de escuelas, como resultado de las medidas generalizadas de confinamiento, ha sido un problema que ha generado amplia preocupación entre gobernantes, académicos y familias alrededor del mundo. Esto a medida que las investigaciones y reportes empiezan a dar luz sobre las consecuencias futuras que ha tenido la súbita disrupción que ha sufrido el sector educativo en medio de la pandemia.
En este contexto, la más reciente publicación de un artículo firmado por varios diplomáticos de extensa trayectoria, entre los que se encuentra Ban Ki Moon et. al. (2020), da cuenta de ello. En dicho escrito puede apreciarse la magnitud y la urgencia del reto afrontar con la educación: alrededor de mil millones de niños no están asistiendo a la escuela por las medidas de distanciamiento social. Lo cual, en concordancia con las estimaciones del Banco Mundial (Psacharopoulos et al. 2020), podría suponer que la pérdida educativa que están sufriendo los jóvenes “podría restar un total de diez billones de dólares a sus ingresos futuros”, un reflejo del costo que implica la pérdida de aprendizaje en la formación de capital humano.
En este sentido, Hanushek y Woessmann (2020) en su trabajo “The Economic Impacts of Learning Losses” ofrecen una visión de los posibles costos futuros que implica el cierre de escuelas, tomando como referencia la pérdida de un tercio de año de escolaridad, equivalente a 10 semanas y consistente con lo evidenciado en la mayoría de los países de la OCDE desde marzo. Tomando en cuenta este período y asumiendo teóricamente que las clases puedan volver al nivel observado durante 2019, se han presentado los posibles costos tanto desde el punto de vista individual como nacional.
Así, se tiene que los efectos económicos para los jóvenes afectados sería de una pérdida promedio de 2,6% del ingreso potencial que pudiesen obtener durante toda su vida laboral, a causa de la menor productividad que puede significar los conocimientos no adquiridos. A su vez, desde un punto de vista agregado, los países enfrentarían en promedio una pérdida de 1,5% del PIB futuro por el resto del siglo, donde el valor presente del costo total de dicha pérdida podría ser equivalente, en promedio, al 69% del PIB actual de los países. Lo cual evidencia el fuerte impacto que representa las consecuencias que la pérdida de conocimientos en el desarrollo de las habilidades cognitivas de la población, que no solo afecta los niveles de productividad laboral en escenarios productivos cada vez más basados en la tecnología, sino que también tiene efectos sobre la generación y la aplicación de nuevas ideas para la innovación. Un impacto que puede ser mayor a medida que las escuelas se enfrentan a un escenario de apertura híbrido dependiente de la situación epidemiológica circundante.
Además, un aspecto clave que podría incrementar aún más los costos son las inequidades de acceso a las TIC’s. Ya que a pesar de que la educación a distancia es una alternativa que ofrece diversas oportunidades para la construcción de aprendizajes, la desigualdad en las condiciones de los hogares puede impactar significativamente en la posibilidad de adopción de conocimientos. Lo cual implica que la efectividad de esta metodología no solo puede variar entre países, sino también a lo interno de éstos, donde las disparidades de ingresos y la distribución territorial de la población entran en juego (Estrada, 2020).
Sin embargo, como establece la OCDE, estos costos no son irreversibles, y la posibilidad de que se puedan mitigar e incluso revertir estos costos a futuro depende de la velocidad de acción que tengan los distintos actores involucrados en el ámbito educativo. Así, mientras la disrupción sea la norma, la necesidad de la implementación de un aprendizaje modular basado en objetivos y con una atención más personalizada parece ser esencial para recuperar parte del conocimiento perdido. No obstante, si se desea revertir los costos que llevan a cuestas las próximas generaciones, es imperativo asegurarse que la efectividad de adquisición de conocimientos sea aún mayor a los niveles previos a la pandemia. Por lo que los modelos educativos estarán forzados a evolucionar.
Encuesta a la población universitaria de Venezuela
Actualmente Venezuela sufre también una inmensa fuga de capital humano, debido a la gran cantidad de personas que ha migrado en los últimos años, organizaciones independientes calculan que esta cifra estaría rondando alrededor de 5 millones de personas. A esto se le suma la posibilidad de desertar debido a la pandemia ocasionada por el Covid-19. Razones por las cuales el país debe hacer frente con mucha más debilidad el oscuro panorama que le depara el futuro cercano.
Es así como para conocer de primera mano la situación actual de la población estudiantil venezolana, se realizó una encuesta de un total de 20 preguntas desde el 22 de septiembre hasta el 02 de octubre, la cual fue respondida por 30 estudiantes universitarios residentes en el país. Dichos estudiantes provienen 11 de universidades privadas y 19 de universidades públicas.

Los estudiantes provienen en su mayoría de la Universidad Central de Venezuela, seguido de las universidades Simón Bolívar y Metropolitana. También respondieron estudiantes de la Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Alejandro Humboldt, Universidad Nacional Experimental de las Artes y la Universidad Nueva Esparta.
Se les preguntó a los encuestados si estaban recibiendo educación a distancia. A partir de esto, la encuesta se subdividió en estos dos sectores particulares. De las 30 personas encuestadas, un 53,3% de los alumnos, equivalente a 16 personas, reciben educación a distancia de su universidad y el remanente, 46,7% de la población encuestada (14 personas), no disfruta de este servicio, pues no es ofrecido por su universidad. Habría que medir este resultado en una muestra mucho más grande, no obstante, la inferencia inmediata es que la mitad de la población estudiantil, a pesar de estar legalmente estudiando, en la actualidad no está recibiendo educación por parte de su universidad desde hace 9 meses.
En este sentido, se pudo conocer que, en tiempos normales, la dedicación del estudiante a sus estudios, medido en horas diarias, el 40% de los universitarios encuestados (12 estudiantes), dedica de 7 a 8 horas, seguido del 33,3% de la población estudiantil equivalente a 10 alumnos, cuya dedicación va de 5 a 6 horas. En tercer lugar, un 16,75 del alumnado dedica 9 horas o más (5 personas de las 30 encuestadas) y finalmente, un 10% de los encuestados (3 alumnos) dedican a sus estudios 4 horas o menos. Es decir, en promedio, el tiempo de dedicación a los estudios presencialmente suele ser alto, la mayoría de los estudiantes permanece más de 7 horas en su centro educativo.
Ahora bien, en comparación con la educación a distancia, la situación cambia. De aquellos estudiantes que reciben educación virtual, un 37,5% de ellos (6 personas), dedica 4 horas o menos de estudio al día, mientras que 25 y 25% entre 7 a 8 horas y de 9 horas de estudio al día o más. En general, lo que se nota es una tendencia a menos horas diarias de estudio. No obstante, para algunos sí ha aumentado la dedicación. En esto también juega un rol importante la búsqueda de información por cuenta propia.


Conectarse a las clases virtuales, sin duda ha sido un reto, pero interesantemente de las 16 personas que sí están recibiendo educación a distancia, la mayoría, un 62,5% de ellas, no presenta limitaciones de conexión a internet en su zona de residencia aunque un 68,8% respondió que sí presenta fallas eléctricas en su zona de residencia. Estos problemas, tanto el eléctrico como el de la intermitencia o falta absoluta del servicio de internet, son hechos que afectan al venezolano en general, sin embargo, no cabe duda de que la población más afectada es la que recurre a estos servicios básicos indispensables para contar con la educación a distancia.
A pesar de esto, con la metodología virtual, los 16 alumnos encuestados no han reprobado materias. En lo que respecta en general al rendimiento académico, la mayoría, equivalente a 62,5% de los encuestados, considera que su rendimiento académico ha permanecido igual, 18,8% ha mejorado y un 18,8% ha empeorado, tomando en comparación la modalidad presencial.

Por esta razón, el aprovechamiento de la educación a distancia por parte de los estudiantes en su mayoría (43,8%) ha sido regular, un 25% indicó que su aprovechamiento está siendo excelente y 18,8% ha indicado que su aprovechamiento es bueno. Solo el 12,5%, considera que su rendimiento es malo.

Más allá de esto, la mayoría de los encuestados un 56,3% piensa que la situación ocasionada por el confinamiento, ha ocasionado que sus objetivos de graduarse en una fecha determinada se han retrasado, seguido de un 37,5% de los encuestados que consideran que esta situación los ha mantenido en la misma ubicación con respecto a sus objetivos y, finalmente, solo un 6,3% de la población estudiantil encuestada considera que sus objetivos de graduarse en determinada fecha pueden ser adelantados debido a esta situación.
En esta percepción seguramente ha tenido incidencia la metodología del proceso de inscripción de materias por parte de las universidades, dada la contingencia actual, de las 16 personas que contestaron afirmativamente que reciben educación a distancia, los resultados fueron cerrados, pues un 50% de los encuestados afirma que si ha tenido problemas para inscribirse, bien sea por pocos cupos disponibles, prelaciones que no ofertaron, oferta académica diferente a la planificada en la normalidad o falta de profesores para dictar la materia con la metodología virtual y el otro 50% no ha tenido ninguno de estos problemas.
Quizá por esta razón, también la mayoría de los encuestados, un 56,3% ha indicado que no está satisfecho con el servicio de educación a distancia que ha ofrecido su universidad en esta contingencia. Además, de acuerdo con los resultados, la mayoría de los estudiantes (43,8%), considera que el servicio de educación a distancia ha sido regular, un 31,3% ha indicado que es bueno, el 18,8% de los encuestados indicó que es malo, un 6,3% indicó que es muy bueno y ninguno de los encuestados seleccionó la opción de muy malo. Por lo tanto, a rasgos generales, los resultados indican que el desempeño del servicio de educación a distancia ofrecido por las universidades no es el mejor, sin embargo tampoco se catalogaría como completamente deficiente.

Ahora bien, analizando la situación presente en las universidades que no prestan el servicio de educación a distancia, la situación puede ser muy distinta. El mismo hecho que no presten este servicio es preocupante dado que significa un gran retraso para los estudiantes. Más aun considerando que la gran mayoría (64,3%) de los estudiantes pertenecientes a estas universidades seleccionaron que su universidad no está proponiendo alternativas que inciten y procuren que el estudiante indague, investigue, se forme y participe. Esta misma proporción de estudiantes, también afirmaron que su universidad no está propiciando el aprendizaje independiente y a la búsqueda de información. Hasta un 85,7% de la población universitaria indicó que su universidad tampoco mantiene una comunicación constante y directa con el alumnado.
Sin embargo, a pesar del abandono que han experimentado por parte de su universidad la mayoría de los estudiantes que no están recibiendo educación a distancia, un 78,6% de ellos, por voluntad propia y por su cuenta ha reforzado sus conocimientos previos, ha investigado y ha impulsado sus conocimientos relacionados a su carrera. También han venido realizando actividades que se consideran productivas y que puedan ser aprovechadas como parte de la formación académica, profesional e incluso personal de los alumnos como realizar cursos, aprender idiomas, leer, formarse académica y profesionalmente e incluso mantenerse activos realizando entrenamientos físicos.

Para finalizar, se quiso saber las perspectivas de los estudiantes a futuro. Se les preguntó si una vez culminada la pandemia seguirán estudiando. Positivamente, la mayoría de los estudiantes encuestados (80% de ellos) seguirán estudiando, seguido de un 16,7% que aún no está seguro y una minoría de 3,3% que indicó que definitivamente no seguirá estudiando.

De los estudiantes encuestados que en la pregunta anterior contestaron que sí, un 77,8% de los alumnos indicaron que continuarán sus estudios en Venezuela y el 22,2% restante indicó que continuarán sus estudios pero en el extranjero, lo que indica que a pesar de que llevan parte de sus estudios ya cursados dentro del país, es innegable el hecho de que la migración venezolana seguirá estando en boga dada las condiciones económicas, políticas, sociales y ahora sanitarias, que atraviesa Venezuela.

Finalmente, después de todo este análisis, se puede concluir que indudablemente la pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus, la paralización de las economías y el cambio sustancial en la vida tal y como la conocíamos, tiene consecuencias inconmensurables que se traducen en pérdida de ingresos, de empleo, de producción y del capital humano de un país, factor vital para que los países crezcan, pues recordemos que el capital humano es una medida del valor económico de las habilidades profesionales de una persona y el factor de producción del trabajo (Sevilla, s.f).
En el caso venezolano la situación se agrava ya que el país tiene antecedentes importantes previos a la pandemia, debido a la inestabilidad política. Si a esto le sumamos que en la actualidad los estudiantes tienen cada vez menos oportunidades de formarse dadas las condiciones de los servicios básicos del país y la situación de emergencia de las instituciones universitarias esto figura un panorama bastante desalentador. Esto es lo que los orienta a muchos a tomar la decisión de irse del país, traduciéndose esto en una pérdida productiva importante, pues a medida que pasa el tiempo, son cada vez más los venezolanos que buscan nuevas oportunidades en el exterior y producen en otros países, disminuyendo aún más el crecimiento de la deprimida economía de Venezuela y agravando la situación de un país con cada vez menos profesionales y cada vez menos oportunidades de formarse, crecer y surgir. No obstante, hay motivos para ser optimistas, muchos otros jóvenes quieren permanecer en Venezuela y continuar sus estudios a pesar de las adversidades.
* Jorge Toro: Estudiante de Economía de la Universidad Central de Venezuela. Becario del Programa de Excelencia de AVAA. Miembro de la Asociación Académica de Análisis Económico
Referencias consultadas
Ban, K., Brown, G., Machel, G., Clark, H. y Robinson, M. (2020). Hay que salvar a la generación COVID. Prodavinci. Recuperado de: https://prodavinci.com/hay-que-salvar-a-la-generacion-covid/
Estrada, R. (2020). ¿Quién tiene computadora e internet en casa para seguir aprendiendo? CAF. Recuperado de: https://www.caf.com/es/conocimiento/visiones/2020/04/quien-tiene-computadora-e-internet-en-casa-para-seguir-aprendiendo/
Hanushek, E. y Woessmann, L. (2020). The Economic Impacts of Learning Losses. Education Working Papers, No. 225, OECD Publishing, Paris. Recuperado de: http://www.oecd.org/education/The-economic-impacts-of-coronavirus-covid-19-learning-losses.pdf
Psacharopoulos, G., Patrinos, H., Collis, V. y Vegas, E. (2020). El costo del COVID-19 ocasionado por el cierre de escuelas. Banco Mundial Blogs. Recuperado de: https://blogs.worldbank.org/es/education/el-costo-del-covid-19-ocasionado-por-el-cierre-de-escuelas
Sevilla, A. (s.f). Capital humano. Recuperado de https://economipedia.com/definiciones/capital-humano.html

