Impacto económico de la pandemia del coronavirus en Venezuela

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Imagen: Freepik

Por: María Eugenia García y Jesús Martínez

Caracas, 06 de julio de 2020

La pandemia del nuevo coronavirus (COVID-19) aparece en la escena mundial en medio de una de las crisis económicas más devastadoras de Venezuela. Hasta el momento (06.07.2020), se han registrado oficialmente 7.169 contagios y 64 personas fallecidas por el virus en el país. Sin embargo, hay informes que indican que los casos reales son muchos más de los reportados por las autoridades venezolanas y que la curva de los contagios podría aumentar de forma aún más pronunciada en las próximas semanas, posicionando al país al límite de sus capacidades. Pese a que el número de casos confirmados aún se encuentra muy por debajo del de otros países de la región, Venezuela podría ser uno de los que sufran los peores embates económicos y sociales por el coronavirus.

Con el fin de contener la propagación del virus, el Gobierno venezolano implementó a partir del día 16 de marzo una “cuarentena social y colectiva” en el Distrito Capital y los 23 estados del país, lo que implicó suspensión de clases, de eventos públicos y de todas las actividades laborales, con ciertos sectores exceptuados como las cadenas de alimentos, los servicios de salud, seguridad, telecomunicaciones y transporte público. Esta combinación de factores ha dejado la economía venezolana desde entonces en una parálisis casi completa. Por esta razón, a diferencia de la mayoría de los países, la conversación puesta sobre la mesa hoy no se centra tanto en cómo evitar que los efectos de la pandemia del coronavirus arrastren al país a un posible colapso, sino en cuánto se agravará el desastre económico que asola a Venezuela desde 2013 y que en este período ha reducido el Producto Interno Bruto del país a menos de la mitad.

Impacto recesivo

En el plano macroeconómico es bien conocido que Venezuela, mucho más que cualquier otro país de la región, se encuentra muy vulnerable ante cualquier tipo de shock externo negativo como el generado por la pandemia. Inmerso en una crisis social y política muy compleja, profundizado además por siete años de depresión económica, con una industria petrolera inmersa en restricciones operativas y legales por sanciones económico-financieras, el país cuenta con un muy limitado espacio fiscal para adoptar medidas eficaces para enfrentar la emergencia. De hecho, el impacto económico de la emergencia sanitaria solo ha venido desestabilizar el de por sí precario equilibrio de la economía venezolana.

El panorama no era muy alentador antes de la pandemia, para inicios de año instituciones como el Fondo Monetario Internacional y la firma Ecoanalítica preveían ya una caída para 2020 proyectada en alrededor del 10%, significando esto una ligera recuperación con respecto a 2019, en el cual el PIB venezolano cayó un 35%. Sin embargo, seguía siendo un crecimiento negativo en una economía que se ha contraído a una velocidad sin precedentes. Ahora, debido a la cuarentena, la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal) prevé una caída de 18% para este año, muy lejos del promedio de 5,3% para toda Latinoamérica.

Estas previsiones vienen a confirmar que el deterioro económico no parará al menos este año. Ejemplo de ello, es la certeza de que la crisis del coronavirus aumentará el desempleo y la pobreza en América Latina, siendo especialmente fuerte su impacto en Venezuela. En primera instancia, porque la paralización de actividades impactará de manera especial a las empresas y comercios, los cuales han sufrido una severa caída en las ventas y adicionalmente deben seguir costeando alquileres, servicios y salarios sin tener siquiera acceso a créditos bancarios para mantener a flote sus operaciones. Tomando esto en consideración, cientos de propietarios han comenzado a abrir, a medias, las puertas de sus comercios. Otros han optado por el popular servicio de delivery. Para aquellas empresas, las cuales abrir no es una opción viable han tenido que recortar personal. En segundo lugar, porque la medida de aislamiento social reducirá sustancialmente los ingresos de los trabajadores informales, los cuales no tienen ingresos si no trabajan ni cuentan con seguro o prestaciones sociales.

Adicionalmente, es previsible una disminución de las remesas, una fuente de ingreso de los hogares que ha cobrado especial importancia con la crisis del país, pues ahora la parálisis de los países receptores afecta también a los emisores de las remesas. Más aún se ha visto un abultado regreso de muchos migrantes que se han quedado sin trabajo en el exterior y ahora vuelven, significando esto una problemática no solo en el ámbito sanitario sino una carga fiscal adicional.

Ahora bien, también hay que considerar que, en definitiva, el efecto económico contractivo de la cuarentena dependerá de su duración, especialmente en lo que respecta a la producción de bienes y servicios. Para ilustrar, de acuerdo con cálculos de Barráez y Chirinos-Leañez (2020) en una investigación de la PNUD, por cada trimestre de paralización económica, el PIB se contraería entre 8 y 10 puntos porcentuales. Estos autores también señalan el hecho de que el deterioro económico es proporcional a la reducción de los precios del petróleo y plantean tres escenarios, con precios del barril promedio anual a 40, 25 y 10 USD. Según este análisis, los ingresos petroleros, que representan alrededor del 90% de la entrada de divisas, caerían por el orden de los 9,000 a 16,000 millones de dólares anuales. Mientras que las importaciones y el PIB caerían en el escenario más optimista, un 8% y 13,9%, respectivamente, y 49,2% y 28,2% en el escenario menos optimista.

Aunado a esto, habría que indicar los problemas de déficit fiscal y deuda que de por sí arrastra el país. Por consiguiente, la concentración de esfuerzos debería estar en la reducción del gasto para aliviar presiones cambiarias e inflacionarias. Esta parece ser la medida que tiene más a la mano el Gobierno actualmente. Sin embargo, es posible que esto no sea suficiente y, dado que el financiamiento externo es cada vez menor, deba recurrir a la monetización del déficit para poder asumir gastos para enfrentar el choque del COVID-19, incrementado con esto la inflación y la depreciación del bolívar.

Aunque el gobierno de Donald Trump insiste en que las sanciones no afectan a los artículos de primera necesidad ni a los envíos humanitarios, muchos creen que de hecho están agravando el efecto de la crisis económica. Un ejemplo de esto fue lo sucedido con Directv Venezuela, empresa que cesó definitivamente sus actividades comerciales en el país en el mes de mayo debido a las sanciones. Más allá de esto, es claro que la interrupción en las cadenas de suministro del comercio internacional afectará las importaciones esenciales. Es cierto que Venezuela ha recibido ayuda de países aliados al Gobierno como China y Rusia con implementos médicos y kits para la detección del virus, de Irán con la llegada de barcos con gasolina, de Cuba con la llegada de médicos, así como de diversas organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja y en especial con fondos de la denominada Conferencia de Donantes. Sin embargo, en la medida que los medios de financiamiento internacional se sigan reduciendo el Gobierno podría verse obligado a recurrir a una mayor creación de dinero o aumentar el control de la economía generando así una mayor inflación.

No se puede olvidar que durante 2019 ocurrieron algunos de los cambios más sustanciales tanto en las condiciones externas como en la política económica de la última década gracias a la tímida flexibilización de la economía (dolarización de las transacciones, reducción de los controles de precios, exención de impuestos aduanales). Gracias a esto, el sector privado, principalmente el sector comercial, dio tenues señales de dinamización en espacios en los que el Estado había cedido terreno en medio de un desordenado proceso de ajuste, pero todas estas medidas podrían verse retrasadas por una tendencia al control más que a la liberalización con el pretexto de la pandemia.

Impacto sobre la inflación

El impacto que puede tener la pandemia sobre la inflación venezolana viene en sentidos contrarios y el resultado dependerá en gran medida de cuál efecto tenga mayor fuerza, lo que en principio es difícil de cuantificar. Sin embargo, existe consenso entre los expertos en que la inflación tenderá a moderarse tal como lo ha venido haciendo desde el estallido de la hiperinflación en 2017. Para ilustrar, en 2019 se vio una disminución considerable de la variación del nivel de precios (9.585,5% según el BCV) comparada con 2018 (130.060%). Ya desde inicios de año se había previsto una inflación mensual en alrededor de 30% y se esperaba cerrar con una inflación cercana al 2000%, manteniendo aún a Venezuela como el país con la inflación más alta del mundo.

De acuerdo con el Banco Central de Venezuela la inflación acumulada a mayo de 2020 es de 295,86%. Mientras que, de acuerdo con mediciones de la Comisión de Finanzas de la Asamblea Nacional, esta sería de 409,18%. Tal como se puede observar en la gráfica, la inflación de marzo tuvo una caída importante, aunque se ha venido acelerando en los siguientes meses. En esto jugó un papel fundamental la parada en seco de la economía a partir del establecimiento de la cuarentena en todo el territorio nacional. Adicionalmente, ya desde febrero se venían presentando mayores dificultades con la escasez de gasolina, lo cual de por sí había desacelerado la actividad económica. Estos dos shocks de demanda han sido drivers importantes. Otro efecto que ha tenido impacto en la reducción de la inflación es que las personas utilizan cada vez más dólares, lo que no es más que la consolidación de un proceso de dolarización de facto. Esto ha implicado que muchos comercios utilicen solo dólares para compra de insumos e incluso pago de salarios.

Sin embargo, ante el agravamiento de la crisis, el Gobierno se podría ver forzado a incrementar el gasto para atender el sistema de salud, servicios esenciales, los planes de emergencia alimentaria, pero también para dar ayuda directa a una población que en su mayoría ha visto reducidos sus ingresos o que ha quedado desempleada. La problemática es que la creación de dinero para aumentar las transferencias tiene efecto directo en la inflación y la cotización del tipo de cambio.

De acuerdo con datos del Banco Central de Venezuela, la liquidez monetaria en términos nominales ha incrementado un promedio de 22% desde diciembre de 2019 a mayo de 2020. Es decir, no ha mostrado un cambio realmente inusual, aunque sigue siendo relativamente alta. En esta limitada capacidad de expansión de la liquidez hay que tomar en cuenta que la banca venezolana cuenta con un encaje legal que redujo al mínimo su capacidad para prestar dinero, solo hasta el 30 de marzo de este año el Banco Central de Venezuela redujo el encaje marginal desde un 100% a un 93% para captaciones en moneda nacional y 31% para moneda extranjera. Es decir, dado que la capacidad de crédito de los bancos es mínima, claramente ese incremento en la liquidez ha sido dirigido por las actividades del gobierno. Muestra de esto es que han aumentado de manera considerable los bonos de la patria, la entrega de cajas CLAP y se viene subsidiando cisternas de agua para las comunidades. La pérdida del poder adquisitivo se hace visible al observar cómo en términos reales, la liquidez realmente ha caído en alrededor de 7% en promedio.

Otro factor por considerar es que, recientemente, el gobierno anunció la vuelta a los controles de precios que se habían relajado en 2019. Se debería reconsiderar la intervención hecha en el mes de abril con la intención de controlar los precios de 4 empresas de alimentos, Empresas Polar, Plumrose, Coposa y Turmerito, ya que esto puede conducir a que vuelva a producirse la escasez de artículos esenciales, acaparamiento y contrabando. Precisamente la liberalización de los precios fue la razón de que los anaqueles de los supermercados volvieran a llenarse el año pasado, ello a pesar de que gran parte de la población no pudiera adquirirlos.

Impacto en el tipo de cambio

Fuente: BCV (oficial) y Dólar Today (paralelo)

En la gráfica anterior se observan las cotizaciones del dólar paralelo utilizando como referencia el promedio mensual cotizado por DólarToday y el dólar oficial proporcionado por el BCV. El primer trimestre del año el tipo de cambio del dólar con respecto al bolívar se comportó de manera estable, sin embargo, desde el mes de abril se observa un alza en la cotización de la divisa americana producto, según el economista Asdrúbal Oliveros, del gasto fiscal a partir de la emisión de bolívares y la escasa oferta de dólares en la economía. El economista también explica que actualmente las personas utilizan bolívares soberanos para comprar bienes y los comerciantes que reciben los bolívares soberanos deben reponer inventarios y compran dólares que luego necesitan los proveedores para importar. Además, este incremento en el tipo de cambio es una consecuencia del repunte que tuvo la inflación en el segundo trimestre del año.

A diferencia de otras oportunidades, en el primer semestre del año 2020 la diferencia entre el promedio mensual de ambos tipos de cambio no ha distado en más de 22 mil bs soberanos, sobre todo en el segundo trimestre del año en donde la diferencia era muy baja, ambas cifras van a la par. De acuerdo con cálculos propios, el tipo de cambio paralelo en promedio aumentó en 271,5% de enero a junio, 26,83% menos que el dólar del BCV. Es de esperar que la tendencia del dólar al alza se mantenga en los próximos meses debido a la gran incertidumbre y a las expectativas del consumidor sobre el aumento de la inflación, la reducción de ingresos petroleros del país y la progresiva dolarización de facto en la economía venezolana.

Impacto petrolero

Pese a que se estima que Venezuela es el país con las mayores reservas de crudo del mundo, la escasez de gasolina se fue haciendo habitual en paralelo al deterioro de Petróleos de Venezuela (PDVSA). Ejemplo de esto es cómo una producción que ha venido en declive ahora se encuentra en mínimos históricos desde 1945, ubicándose según estimaciones de PDVSA realizadas en el mes de junio, en 374.000 barriles diarios. En esto, claro está, ha influido la caída de la demanda a nivel internacional que ocasionó a su vez la baja en la cotización del crudo, el cual cayó por debajo de los US$30. Sin embargo, ya en enero la OPEP informaba que la producción venezolana rondaba los 733.000 barriles diarios. Por lo tanto, en Venezuela podría esperarse que el ingreso por las exportaciones petroleras sufra una caída producto del bajo precio de venta y de las bajas cantidades de producción de barriles diarias.

Las expectativas con respecto al precio del petróleo internacionalmente son inseguras, existe aún mucha inseguridad y miedo en el mercado por el exceso de oferta sobre la demanda, impulsado por la guerra de precios entre Rusia y Arabia Saudita. Especialmente desde que el 20 de abril el precio del barril de petróleo West Texas Intermediate (WTI) utilizado como referencia en el mercado estadounidense cotizara al precio negativo de -40 USD por barril.

Aunado a estos dos hechos, para evadir las sanciones impuestas por el gobierno de los Estados Unidos, Venezuela coloca petróleo a través de intermediarios que exigen un descuento en el precio y gran parte de la venta de los barriles se emplea para pagar deudas que el país tiene principalmente con naciones como China y Rusia. El colapso de los precios petroleros y las sanciones de Estados Unidos a Venezuela han bloqueado las vías de importación de gasolina, obligando a un severo racionamiento del combustible, que dificulta la distribución de alimentos.

Impacto social

Quizás el hecho más preocupante es que mientras todos los países centran su atención y concentran sus esfuerzos en prevenir el contagio del COVID-19, en Venezuela el virus es solo un ítem más a la lista de problemas que solo agravan una crisis que desde el 2013 se hace cada vez más aguda. Una de las principales consecuencias de la pandemia es la secuela social, los venezolanos no solo deben enfrentar un confinamiento impuesto desde el 16 de marzo, sino también han enfrentado problemas de toda índole, que han desmejorado aún más su calidad de vida. Entre ellos destacan el suministro ineficiente de gasolina, cuya cumbre se evidenció a lo largo del mes de mayo, hecho que definitivamente fue determinante en la paralización y conmoción absoluta del país, aunado a la escasez de servicios básicos como el agua que afecta y contradice medidas de higiene y seguridad recomendadas, pues con interrupciones en el suministro del recurso líquido resulta imposible seguir el consejo básico de lavarse las manos con frecuencia para prevenir el contagio; además de interrupciones en servicios como el gas doméstico y el servicio eléctrico que dificultan aún más hacer el confinamiento más llevadero. También es importante mencionar la constante falla del servicio de internet que afecta y dificulta directamente a los negocios, tanto empleadores como empleados que han optado por realizar las actividades laborales desde casa. Así como a estudiantes que ahora deben estudiar desde casa.

Sin embargo, el factor que más atemoriza a los ciudadanos ante la inminente presencia del virus en el país es el hecho de que para nadie es un secreto que Venezuela no está preparada para una pandemia. El país ya de por sí tenía un cuadro sanitario mucho más complejo que el de otros países de Latinoamérica y, como resultado, las autoridades sanitarias tendrán que hacerle frente al nuevo coronavirus en condiciones mucho más difíciles. De acuerdo con un informe de la BBC, Venezuela es el país de la región latinoamericana que menos gasta en salud con un gasto per cápita de 141 dólares, representando 1,5% del gasto público y 1,7% del gasto privado. Adicionalmente, Venezuela cuenta con solo 8 camas hospitalarias por cada 10.000 habitantes y 2,2 camas de cuidados intensivos. El sistema sanitario venezolano se encuentra en pésimas condiciones. No hay equipos esenciales ni medicamentos y la población desconfía en las pruebas de despistaje. Además, existe mucha incertidumbre y desconfianza sobre las cifras que el gobierno anuncia diariamente acerca del número de contagios y el número de fallecidos por el coronavirus.

Para concluir, los venezolanos necesitarán no solo defensas para afrontar el contagio del Covid-19 ante un sistema sanitario altamente debilitado, también son necesarias medidas de recuperación como la liberalización económica, trabajar para contrarrestar la hiperinflación que desde hace 3 años erosiona el poder adquisitivo de los ciudadanos, la diversificación productiva especialmente en sectores de salud y alimentación, un mejor empleo de los recursos naturales explotados como el oro, la reestructuración en el sector petrolero que ha venido en caída a lo largo de los últimos años, evitar los controles de precios, conferir autonomía e independencia para instituciones del país como el Banco Central y obtener financiamiento externo. Finalmente, el más importante de estos cambios es el que necesitamos los venezolanos como personas, pues el factor humano será vital para la reconstrucción de nuestro país.

Referencias consultadas

Banco Central de Venezuela. (2020). Estadísticas. Recuperado de http://www.bcv.org.ve/

Barráez, Chirinos-Leañez. (2020).   El impacto económico del COVID-19 en Venezuela: la urgencia del financiamiento externo. Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Recuperado de https://www.latinamerica.undp.org/content/rblac/es/home/library/crisis_prevention_and_recovery/el-impacto-economico-del-covid-19-en-venezuela–la-urgencia-del-.html

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